EL SUSURRO DEL DUENDE (45ª entrega)



-¿Tenemos algo que celebrar?- preguntó Laura al tiempo que Roberto le invitaba a sentarse.

-Que estamos vivos y que nos damos cuenta ¿te parece poco? Disfrutemos del momento antes de que desaparezca –

Laura le seguía con la mirada, la presencia de Roberto le reconfortaba, le daba la fuerza que necesitaba para encarar cada nuevo día desde la desaparición de Diana. Se sentía fuertemente atraída por él, aunque no quisiera reconocerlo. Roberto encarnaba todo aquello que siempre había buscado en un hombre.

Durante la suculenta cena, Laura le relató lo que Javier Vielva le había contado, y le planteó sus dudas sobre la conveniencia de seguirle el juego al duende. si realmente Arturo Hidalgo era el máximo sospechoso, tal vez lo demás era una pérdida de tiempo.

Roberto no lo creía así, estaba convencido de la existencia del duende y de su implicación en la desaparición de Diana. Le comunicó a Laura que incluso ya había estado trabajando sobre la segunda pista y que creía tener algunas respuestas. Intentó, no obstante, en el curso de la conversación, encajar a Arturo Hidalgo dentro del rompecabezas, pero no lo consiguió.

Tras saborear unos platos exquisitamente elaborados y beber un espléndido vino de reserva, a los postres, se respiraba entre ambos un clima intimista proclive a la confidencia.

-Tengo que preguntarte algo, lo que no sé si querrás contestarme - dijo Laura con un tono de timidez en su voz. –

-Adelante, inténtalo –

-La otra noche.......... me confesaste que siempre me habías amado en silencio y entendí........ que decías que ahora que nada impedía estar juntos, no querías ocupar un sitio en mi vida. ¿Es así? -

Roberto la observaba en silencio con absoluta ternura, mientras saboreaba el mousse de chocolate que él mismo había preparado.

-¿No vas a contestarme? –

-Si, claro que te voy a contestar. No, no dije exactamente eso. Lo que dije es que no había venido a ocupar el puesto que Luis dejó, que había venido a ayudar a una amiga del alma. Quería transmitirte que sólo había venido para ayudarte no para amarte...... bueno, tampoco es exactamente eso........no quería que pensaras que mi objetivo principal era instalarme en tu vida. Es confuso, lo sé...... pero yo también estoy confundido....... tu presencia........ me nubla la razón........ no se como explicarlo.......el caso es que......... ¡vamos, que estoy loco por ti!- Roberto bebió un largo trago de vino y esperó la reacción de Laura.

Laura permaneció en silencio, mirándole a los ojos con dulzura.

-¿No vas a decir nada? –

-Que estoy encantada de que estés aquí conmigo – respondió Laura levantándose de la mesa – perdóname pero tengo que ir al baño, ahora vengo.

Decidió subir al baño de su dormitorio, estaba nerviosa, necesitaba pensar, acicalarse un poco, no le había dado una respuesta muy valiente, más bien había contestado de forma diplomática, se sentía una tonta, ¿por qué había contestado eso? . Tras unos instantes, decidió bajar y confesarle a Roberto que ella también le amaba.

No hizo falta, cuando abrió la puerta, se encontró con él apoyado en el marco, esperándola, sonriéndola. El la tomó por la cintura y la besó, sintió como le desabrochaba los botones de su blusa y ella empezó a desnudarle a él.

Se perdieron el uno en el otro, descubriendo cada centímetro de su piel, cada sobresalto de placer, saboreando las mieles ocultas durante tanto tiempo soñadas. Como parte de un ritual sus cuerpos se acariciaban, se abrazaban, se respiraban. Sus miradas se encontraban y expresaban el deseo tantas veces contenido y la pasión inevitablemente desbordada.

No existía nada más. El en ella y ella en él, en perfecta comunión, convertidos en un solo cuerpo, transformados en un único ser, abandonados al misterio del goce. Laura sintió una ola de placer naciendo entre sus piernas que la hizo vibrar involuntariamente, y por unos instantes se abandonó al éxtasis, cerrando los ojos para atrapar la magia del momento.

Cuando volvió a abrirlos, Roberto descansaba a su lado, mirándola con ternura, recreando los intensos momentos vividos y amándola con la intensa luz de su mirada. Laura se acurrucó sobre el hombro de Roberto que la abrazaba por la cintura, y con la calma que destilaban sus cuerpos, se quedaron dormidos.

(Continuará)

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