La conocí el año pasado cuando se alzó con el primer premio de la I edición de Concurso de Relatos Breves Leonardo Barriada con un relato muy evocador "Tras las brumas de los sueños". Es una escritora que no sabe que lo es, un diamante en bruto que ya emite destellos, no la perdáis de vista.
Vladimir Kush
GUSTOS Y
DISGUSTOS
Me
gusta que el mar me robe los ojos; me gusta que su orilla se adueñe de mis pies
, me gusta que me permita acariciar su piel camaleónica. Me gusta que me regale
al oído el ronroneo de sus olas y que me salpique con agua del agua del
horizonte. Me gusta ver cómo las mareas desafían las alturas de los acantilados y sin embargo
odio asomarme al vértigo.
No
me gustan las flores pero me enternece
cuando alguna se digna a sobrevivir entre el asfalto. Me gusta callejear sin
rumbo por la ciudad y recoger supervivientes margaritas que decoran mis
jarrones.
Me
gusta cuando mi amigo Martín hace alarde de la palabra “amigo” y me regala
ramilletes de libros. Me gusta cuando él me advierte de no dejarme llevar por
el romanticismo temiendo que los deshoje y pierdan su esencia.
Me
gustan las pelis de “llorar y llorar” y mentir cuando digo que me sorprende su
final feliz. Me enloquecen las de amor y
desamor, especialmente si sus protagonistas se camuflan en cuerpos de Richard
Gere o Antonio Banderas, y no necesariamente en ese orden.
No
me gusta la lógica aplastante de mi amiga Isabel cuando me recuerda que tengo
muy poco en común con ellos: Ni me gustan las alfombras ni el color rojo me
apasiona especialmente. Y sin embargo yo insisto, practicando desfiles en
tacones imposibles que me hacen perder la razón. No me gustan esos test de
compatibilidad de los que ella tanto se fía. Creo que desahucian de amor
relaciones incipientes y son innecesarios para las duraderas.
Me
gustan las sonrisas de la gente que un día se convierten en imprescindibles: la tímida del chico
desconocido con el que me cruzo en la calle cada mañana. La disimulada de mi
hija, a la que su rebeldía de adolescente no le permite mostrarse como niña. La calentita, con olor a hogaza
recién hecha, del panadero de mi barrio. La de sonido a bostezo de mis
compañeras de trabajo. La fantasmal de mi marido a las 7 de la mañana frente a
la cafetera. La libertadora de mi jefe los viernes a las 3. La inesperada de mi
madre cuando el olvido le presta algún recuerdo.
Me
gusta el chocolate y en consecuencia, no me identifico con las verduras. Me gusta de disfrutar de una
buena comida (cualquiera) y digerirla en
una buena sobremesa, aunque carezco de
conversación con las básculas.
No
me gustan los médicos. Me producen hipocondría y sin embargo mi pareja empieza
a sospechar que le engaño con “Hause”.
Me
gusta recordar mis 17 con las canciones de “Los Secretos”. Sí es cierto. Me
gusta la melancolía. Me gusta creer en el azar y no obstante creo que no es
casualidad que me apasione Paul Auster. No me gusta hablar tanto de mí misma y
sin embargo, le he robado parte del mes de octubre a Sabina para confesar que,
“el gusto ha sido mío.”
Mercedes García Llano