SE REFLEJA EN LA MIRADA

A menudo se nos escapan cosas en las que no repararíamos nunca, si no fuera porque alguien nos advierte de su existencia.

Mi profesor de yoga me dice, con frecuencia, que suavice la mirada. La primera vez que me lo dijo pensé ¿qué suavice qué?; la segunda vez pregunté ¿y cómo se hace eso? a lo que el me respondió “mirando para abajo”, probé y nunca me pude imaginar que ese pequeño gesto me resultara tan difícil.

Vamos integrando conductas y hábitos que conforman nuestro carácter, nuestra manera de proceder y nuestra normalidad, sin darnos cuenta.

¿Por qué me cuesta tanto bajar la mirada? Tal vez porque me enseñaron a encarar la vida mirando siempre de frente y se me atrofió la capacidad de mirar hacia abajo. Aprendí desde pequeña que hay que mirar para arriba si quieres llegar lejos, pero nadie me indicó que hay que mirar abajo para no perder de vista la tierra que pisas, para no olvidar las raíces que te hicieron crecer, y para darle una oportunidad a la ternura.

Quiero aprender a mirar hacia abajo, para tener mi corazón siempre a la vista, para ver correr mis lágrimas en busca de la luz, para que mi estado de permanente alerta se transforme en un estado de calma y ese bullicio permanente que se aloja en mi azotea, se tome un respiro y me deje descansar a mí también.
A veces necesito bajarme de los tacones de mi mente y andar descalza por el territorio de mis emociones. Tal vez si lo practico con frecuencia, se refleje en mi mirada.

IN MEMORIAM



Siempre que muere un poeta derramo una lágrima por la palabra que se fue.

Siempre que muere un poeta pierdo para siempre la oportunidad de seguir emocionándome con su alma retratada en un papel.

Siempre que muere un poeta, se marchitan los versos que no escribió.

Siempre que muere un poeta , muere la magia de transformar la esencia en elemento

Siempre que muere un poeta, derramo una lágrima por la palabra que se llevó.




TELARAÑAS EN BUDAPEST

Foto Flirck

Con unas buenas botas, una mochila ligera y una buena compañía puedes ir hasta el fin del mundo.

Aún no he conseguido viajar ligera de equipaje, es una de mis asignaturas pendientes, pero mis compañeros de viaje no pueden ser mejores, con ellos descubro nuevos lugares y disfruto del camino. Con Almudena comparto inquietudes y silencios, aquellos que surgen entre dos almas que se reconocen, tras haber llorado y reído juntas y hablado largo y tendido de lo divino y de lo humano. Con Antonio comparto el barrio de la infancia, la huella de la estricta educación recibida y una mente crítica atrapada por una impávida racionalidad, que yo siento como una losa y él no. Con ellos, sus vástagos, los míos y Juan, compartí tres espléndidos días en Budapest.

Una ciudad , en origen dos, Buda y Pest, separadas por el Danubio, y unidas por largos y espectaculares puentes que se tienden hasta sus orillas. Sus calles, su castillo, sus palacios, todos ellos majestuosos y descuidados o tal vez condenados por un régimen que despreció todo lo que representaba riqueza, sustituyéndolo por una plana y alienante igualdad que ha llenado de telarañas la ciudad. Telarañas en el Puente de las Cadenas, telarañas en las puertas de los edificios nobles, telarañas en el corazón de sus gentes. Con todo y con eso las telarañas no han conseguido ocultar la belleza que aflora por todos sus rincones.

Al caer la noche, Budapest se engalana de luces y muestra uno de sus semblantes más bellos, reflejándose sobre un Danubio que no es azul, con el permiso de Strauss, pero que se puede permitir el lujo de ser del color que quiera.

Yo no se si el nacionalismo se cura viajando, como decía, creo que Unamuno, lo que si sé es que viajar despereza la mente, combate la rutina, abre puertas al conocimiento y a la cultura y sobre todo, es una terapia magnífica para desconectar de la tensión del trabajo diario.

Habrá que seguir viajando!!!!!!

COMO UN LAMENTO (3ª entrega)

Foto galeria nano.quintana

Antes de entrar en su despacho, Ángeles se detuvo en la maquina de café que había en el pasillo, con la esperanza de que el infame líquido que escupía, sirviera por lo menos para inyectarle fuerzas con las que empezar una nueva jornada. Mientras esperaba que el vaso se llenara del humeante brebaje, contempló a través de las cristaleras que separaban las oficinas de los talleres, el bullicio de las máquinas y el ajetreo de los operarios y pensó ¿durante cuánto tiempo más podremos seguir?. Suspiró, tomo el vaso que le dispensó la máquina y entró en su despacho.

Había intentado hacer de este espacio un lugar agradable para habitar, tenía varias macetas con margaritas en el alfeizar de la ventana y unos cuantos posters de atardeceres en el mar, dispersos por las paredes. Desde hace dos años, compartía esta oficina con Carmen, una administrativa diez años más joven que ella, con la que mantenía una relación educada pero distante. Ángeles siempre la consideró una intrusa y Carmen supo desde el primer momento que el único espacio sobre el que tenía potestad era su propia mesa, por eso la había llenado de sus objetos personales y de las fotos de sus hijos.

Tras un parco saludo a su compañera, encendió el ordenador y se dispuso a empezar la tarea. Nada apuntaba a que la jornada que empezaba fuera a ser mejor que cualquiera de las vividas en el último mes, pagarés no atendidos, clientes que pedían moratorias para pagar a plazos los trabajos ya realizados........ definitivamente, los números no les eran favorables.

Revisó su correo electrónico y tras eliminar los múltiples mensajes spam que llenaban su bandeja de entrada, su mirada se clavó en un mensaje titulado “Quisiera ser tu pañuelo azul” . Era el tercer mensaje que recibía en este mes del que decía llamarse poeta urbano, los dos anteriores se habían quedado en un simple saludo de un desconocido, a los que Ángeles no había dado la menor importancia, pero este tercer mensaje era distinto, lo abrió apresuradamente y leyó : “ Quisiera ser el pañuelo azul que abraza tu cuello. Quisiera ser la blusa blanca que te cubre y oculta tus formas. Quisiera respirar tu aroma y dormir en tu piel. Quisiera ser en ti, sobre ti, por ti” . Se dio la vuelta bruscamente sobre su silla, como si el autor de estos versos, estuviera tras de ella, pero no encontró a nadie, tan sólo se topó con el reflejo de su imagen , vestida de blusa blanca y adornada con pañuelo azul, en el cristal.

Continuará . . . . . . . . . .

TIEMPOS DE CRISIS

Galeria Nakurami.-Flickr

En estos tiempos de crisis que vivimos, abundan los desencuentros, la crispación y los despidos. Las empresas sueltan lastre para sobrevivir y aprovechan la ocasión para quitarse de en medio a ese empleado al que le tenían ganas desde hace tiempo, o a aquel que lleva toda la vida en la empresa y aprovechando la feliz circunstancia de que la cosa esta mal, se le pone de patitas en la calle, con la mitad de lo que costaría echarle con todas las bendiciones.

Se le despierta entonces al ex empleado la bestia que lleva dentro y salen a la luz todos los reproches que permanecían dormidos hasta entonces, convirtiéndose en un odio acérrimo hacia esa empresa en la que se ha dejado la vida y que a cambio le ha sacado los higadillos a la primera oportunidad.

Es ahí cuando entra el abogado, cargado de razones, planes de viabilidad y números si va de parte de la empresa o como zorro justiciero y azote del capitalismo si al que defiende es al trabajador.

El abogado es un actor que representa un papel u otro dependiendo en que lado del escenario le toca actuar, y así como un buen actor tiene que meterse en el personaje para poder interpretarlo, el letrado tiene que creerse lo que defiende, para llevar con éxito un asunto. Desde el escenario vemos como, a veces, las razones son tan sólo caprichos y otras veces el empleado despedido es un lobo con piel de cordero.

En cualquier caso, en estos tiempos revueltos que nos toca vivir, hay que ser prudentes y medir con extrema cautela tanto el interés por despedir como el interés por ser despedido. Ya lo apuntaba San Ignacio de Loyola : “En tiempo de tribulaciones no hacer mudanza”.

CUANDO NADIE NOS VE

Foto Guille, galeria Flirck

Un niño venido del frío al que la vida le ha regalado una segunda oportunidad, fue la excusa perfecta para el encuentro. La naturaleza que se desborda en vivo y en directo en Panticosa, la hospitalidad de Cristina y Carlos y las ganas de bebernos el fin de semana sorbo a sorbo, para saborearlo a fondo, hicieron el resto.

Disfrutando todos los momentos: las marchas capitaneadas por Carlos, todas de media hora de duración, ni un minuto más ni un minuto menos, todas por sendas fáciles, llanas y sin obstáculos; las ensaladas de Maxi, sofisticadas, elaboradas, discutidas y ensalzadas; la alegria contagiosa de Petri y su vitalidad que sirvió de mecha para que los demás encendiéramos la antorcha, aunque algunos, como el otro Carlos, la lleven siempre prendida y preparada, tanto para emular a Nino Bravo como para lanzar un chascarrillo cargado de ironía en el momento oportuno. La mesura de Mercedes, marcando el punto de equilibrio , la sonrisa acogedora de Cristina y su acento que nos adentra más en el entorno.

Todos distintos, todos juntos, todos condenados a entendernos, todos contra todos, despojados de nuestros disfraces de madres/padres serios y socialmente correctos, para disgusto de Carletes, que vio tambalearse al ídolo, dimos rienda suelta a la alegría, y saltamos, bailamos, brindamos, cantamos y nos reímos de todo lo que se puso por delante, incluso de nosotros mismos.

Comportarse como un niño, nos libera, nos apea por unos instantes de nuestras responsabilidades y nuestras cargas y nos recuerda que estamos vivos, aunque siempre lo hagamos cuando nadie nos ve.

Bienvenido Sasha!!!!!