Siempre he querido escribir una historia de amor de esas que se te pegan en la piel como un tatuaje, una historia como la del abuelo que hoy cumple 99 años. Dicen por ahí que él tenía buena planta y ella embrujo en la mirada; a él le atraparon sus ojos negros, a ella le derritieron sus versos; él le prometió el paraíso y ella se encargó de amueblarlo. La abuela nunca lo aceptó y consiguió separarles. Hoy al abuelo, ya viudo, le espera algo más que una tarta con velas: llenar el vacío de cuarenta años sin ella.
Con este relato participé en el Concurso en 99 palabras convocado por Miguel Angel Molina, al que felicito por su iniciativa y por su magnífica organización. Felicito también al ganador y a los finalistas, ha sido un placer leeros.