Imagen: Frederick Mosh.- Galeria Flickr
Su móvil empezó a sonar, Ángeles vio que era su madre quien llamaba y cortó la comunicación , no podía ser más inoportuna, tenía a Arturo frente a ella esperando una respuesta.
Nunca había reparado en él, por primera vez se dio cuenta de que era un hombre atractivo, su cuerpo no parecía denotar el paso del tiempo, aunque las canas que empezaban a asomarle prematuramente por las sienes le daban un aire de hombre maduro y experimentado en contraste con sus ojos, inmensamente azules, que reflejaban aún toda la inocencia y candidez de la infancia.
-Pues no se qué decirte- respondió Ángeles –no me esperaba una propuesta de estas características-
Su móvil volvió a sonar, su madre atacaba de nuevo y ella abortó nuevamente la llamada, no estaba dispuesta a interrumpir el momento.
- Yo creo que no pierdes nada por probar – le apuntó Arturo – al fin y al cabo tenías que buscar un nuevo trabajo ¿no?-
-Si, pero ¿por qué me has elegido a mí? ¡si casi no me conoces!!!!-
- El hecho de que no haya hablado contigo no quiere decir que no te observe y vea como trabajas, además en el taller todo el mundo te tiene por una “tia” muy trabajadora y muy organizada- concluyó Arturo.
Ángeles se sintió halagada pero no le impidió contestar: -Déjame que lo piense y te contesto mañana –
Arturo se mostró contrariado, no obstante le dijo:- Podemos hacer un buen equipo y además el negocio empieza a funcionar ahora, espero que me digas que sí-
El móvil de Ángeles sonaba de nuevo y Arturo aprovechó para marcharse. Ángeles estaba muy irritada por la insistencia de su madre y colgó nuevamente con rabia el teléfono.
Recordó que había ido allí en busca de un café que esperaba aún en la máquina y mientras saboreaba el ya frio brebaje, intentaba nuevamente poner orden a todo lo que le iba a ocurriendo, sin mucho éxito. Por un instante pensó que Arturo podía ser el misterioso poeta urbano pero este pensamiento dio paso a una reflexión que hacía a menudo su amiga Marta: “Cuando una puerta se cierra, otra se abre”.