ASAMBLEA DE MUJERES




Luego, si se fijan, acaban arrancando esa hilacha de su pantalón, pero siguen llevando la camisa mal abotonada; se dejan al niño olvidado junto al carro del hipermercado; y el peligro se dispara en sus ojos cuando les preguntamos:¿Qué tal estoy?- y buscan una señal que les revele si nos hemos cambiado el color del pelo o comprado un nuevo modelito. Así son ellos, los humanos y lo que tenemos que decidir, compañeras, es si nos los quedamos o los sustituimos por androides, que no fallan nunca. El caso es que da pena ¿verdad?, son tan disparatadamente tiernos...



LA VERJA



Se lo había visto hacer muchas veces a las gallinas; si ellas podían, él también. Ellas se alimentaban de los restos que encontraban por el suelo; él jugaba con ventaja, podía también rebuscar en los contenedores de basura. Lo que dejaba atrás no merecía ni el recuerdo, lo que tenía por delante olía a oportunidad.

Encaramado en tierra de nadie. Encañonado por los que le retenían y por los que no le recibían. Agarrado a la verja como una gallina a las rejillas del gallinero, sus dedos ya no responden al últimatum que recibe desde abajo, ni a los impactos que dejan hilos de sangre, como el que cuelga de la comisura de sus labios. Un cuerpo inerte no conoce de fronteras.





SELECCIONADA EN EL CONCURSO DE ABOGADOS


Después de dos ediciones sin rascar ni una mención, este mes me sonríe la suerte y mi relato ha sido seleccionado, ya no puedo decir eso de que nadie es profeta en su tierra.  




EL PROFESIONAL

Siempre me importó mucho la opinión que los demás tuvieran de mi, por eso, desde que era un chiquillo, cuando daba un golpe procuraba hacerlo de forma impecable, sin ningún fallo. A pesar de ello, me pillaron varias veces. Recién cumplida la mayoría de edad pagué mi primera fianza para librarme de la cárcel, teniendo que comparecer cada quince días en el Juzgado. Ahí empezó mi afición por las togas. Como era menester, acabé estudiando Derecho y defendiendo a los más grandes del latrocinio, nunca he aceptado como clientes a ladrones de medio pelo ni a raterillos de tres al cuarto. Un profesional que se precie no tolera las chapuzas.