PREGUNTAS VITALES

¿Porqué cuando vamos a la panadería, a la pescadería o a la carnicería, y hay gente esperando, preguntamos quien es el último, cuando sabemos que somos nosotros?

¿Por qué cuando alguien se viste de forma distinta a la nuestra, piensa de manera diferente y tiene costumbres que nos resultan ajenas, le etiquetamos de espécimen raro? ¿Por qué no somos nosotros los raros?

¿Por qué cuando nos duele algo, nos llevamos enseguida la mano a la zona de dolor?

¿Por qué cuando intentamos recordar , cerramos los ojos?


Preguntas, nuestras vidas están llenas de preguntas, algunas con respuestas, otras sin ellas.

Preguntas, como las anteriores, curiosas pero no trascendentales.

Pregunta estrella como la siguiente, que se presenta en nuestra vida de la mano de la pérdida de un ser querido, de la pérdida del trabajo, de la aparición de una enfermedad ó de cualquier hecho traumático y doloroso, y que nos sumerge en un bucle estéril:


¿Por qué me ha pasado a mí esto? ó ¿Por qué me tiene que pasar a mí?


Preguntas que nunca nos hacemos, a pesar de que son la brújula para andar el camino de la vida:

¿Para qué me ha pasado a mí esto? ¿Qué es lo que tengo que aprender de lo ocurrido?

Dicen los grandes sabios que el sendero de la vida está lleno de señales que nos indican cual es nuestro camino y en él están las respuestas a todas nuestras preguntas, tan sólo hay que estar despierto y atento.

Fácil ¿verdad?, sobre todo si viajamos ligeros de equipaje, como apuntaba Machado, en cambio, si nos empeñamos en cargar con una maleta llena de prejuicios, apegos y resistencias, el trayecto se nos puede convertir en un infierno.

NO ME LLAMES, POR FAVOR


Me tengo por persona comedida y mesurada, acostumbrada a que me menten a la madre y similares lindezas sin que se me mueva ni un pelo. Pensé que era casi imposible que yo perdiera la compostura hasta que caí en sus garras y comprobé el grado de impotencia e irritabilidad que podía llegar a alcanzar.

El primer error lo cometí cuando descolgué el teléfono y cargada de candidez y buenas maneras le solicité información sobre la desorbitada factura de consumo telefónico que acababa de recibir.
Me atendió una señorita con acento sudamericano, que me sometió a un interrogatorio de tercer grado, en el que sólo le quedó por preguntarme que talla de ropa interior usaba. Una vez que me hubo succionado todos mis datos personales, me dice “estamos verificando la información, no se retire por favor” y me deja sóla y abandonada en la oquedad telefónica, y van corriendo los minutos, los cuartos y las medias, y de vez en cuando vuelve sólo para decir: “le recordamos que esta llamada es gratuita”, “la llamada sí pero mi tiempo no” , respondo al vacío, porque la señorita se ha retirado antes de recibir respuesta.

Cuando ya decido colgar tras comprobar que la paciencia es una de mis virtudes, aunque hasta hoy no lo supiera, resucita la operadora diciendo: “Efectivamente hay un error en la facturación, pero como ya está en proceso, no podemos rectificarlo, páguelo usted y ya le indicaremos como se regulariza”.
Por un instante tengo la sensación de que un puño ha salido con fuerza del aparato telefónico y ha ido a estrellarse violentamente contra mi nariz. ¿Cómo? pregunto levantando levemente mi tono de voz. “Tiene que hacerlo así porque sino paga, se le cortará el teléfono” me responde la indolente latina. Necesito unos instantes para reaccionar porque aún no doy crédito a lo que acabo de oír y tras reponerme de la impresión le digo: “Páseme con el jefe del departamento, por favor”.
Todavía retumban en mi cabeza las carcajadas de la operadora y sus compañeras, que llegan desde el otro lado del charco. “Disculpe Sra. pero eso no es posible, ¿conoce la promoción 3 x 1 que estamos ofertando a nuestros clientes?”. A estas alturas mi corazón empieza a trotar y mi crispación sale ya por las orejas “Srta. como se llame ¿me está usted tomando el pelo? ¿Me esta diciendo que se han equivocado ustedes facturando el triple de lo que corresponde y que a pesar de ello, lo tengo que pagar y sino me cortan el teléfono?????? Y además aprovecha la ocasión para venderme otro producto??????”.
En esos momentos evoco a Pilar Rahola cuando en un desafortunado incidente con una multa, le dijo a un Mosso de Escuadra “no sabe usted con quien está hablando” pero resisto la tentación y la transformo en amenaza “mire, voy a devolver la factura y como osen cortarme el teléfono, dígales a sus invisibles jefes, si es que los conoce, que iniciaré acciones judiciales contra su compañía” .

La inoperante latina y sus compinches se lo están pasando bomba a mi costa. Todavía le queda guasa a la susodicha para decirme: “Ahora si es usted tan amable, le vamos a realizar una encuesta sobre la satisfacción del servicio que le presta esta empresa”. A estas alturas, nubarrones negros penden sobre mi cabeza y sobre mi ánimo y cuelgo el teléfono con violencia, golpeándolo como si fuera él quien tuviera la culpa.

Así que, a ser posible, no me llames, por favor, no quiero dar facilidades a quienes abusan de su posición predominante en el mercado de las telecomunicaciones, escríbeme en su lugar, porque hasta que se hagan con el monopolio de la palabra, nos queda la libertad de usarla como mejor nos plazca.

UNO DE MIS RELATOS


Uno de mis relatos ha ido a parar entre los finalistas en el I Concurso de Microrrelatos sobre Abogados que organiza el Consejo General de la Abogacía y la Mutualidad de la Abogacía. Las bases establecían que no tuviera más de 150 palabras, y que entre ellas estuvieran las siguientes: pasantía, huelga, pichón, cacería y legajo. Quiero compartirlo con vosotros:


SUEÑOS ROTOS


Quien me iba a decir que ahora que ya peino canas en esta profesión, que ostento la categoría de Don y que cuando yo hablo, todos callan, recordaría con nostalgia los años de pasantía, enterrado entre los legajos amarillentos del archivo, esperando que se me brindara la oportunidad de debutar como Letrado, dispuesto incluso a iniciar una huelga de hambre para que alguien del despacho se fijara en mí y me diera la alternativa. Entonces no era nadie, pero soñaba con serlo algún día, ahora me ríen los chistes aunque no tengan gracia, me ponen el pichón en la boca de la escopeta cuando voy de cacería y aplauden mis alegatos aun cuando sean insostenibles. Me he convertido en un abogado de éxito, pero este no era mi sueño, antes creía en lo que defendía y ahora defiendo todo aquello en lo que no creo.

NOS VESTIMOS DE PRIMAVERA

Ya lo veis, he llenado de flores mi blog, y es que ya está aquí la primavera, colándose por todos los rincones, incluso por el mío.

Me encantan las flores, me rodeo de ellas siempre que tengo oportunidad, las disfruto; las huelo, las regalo y en esta ocasión las visto de palabras; aunque a ellas no les hace falta; porque cada flor lleva prendido un mensaje en sus pétalos: amor, reconciliación, amistad, gratitud, ..............

Compañeras fieles de los momentos estelares de la vida y portadoras siempre de buenos propósitos y buenos deseos, quiero que me acompañen en esta aventura, y la adornen con su color y su aroma.

Hoy mi blog se viste de primavera.

MI TOGA, AYER Y HOY


Cuando empecé mi andadura en este mundo de la justicia, recibí un consejo de un compañero que ya peinaba canas en el oficio, que me ha acompañado siempre y me ha sido de gran utilidad. Yo me había desplazado a su despacho acompañada de mi cliente, un joven camarero trabajador y humilde que quería quedarse con el traspaso de un bar. Al final de la reunión, en un aparte, mi colega, me tomó del brazo y me dijo: “Cuando acuda a tu despacho un tipo elegante y bien trajeado para que le lleves un asunto, cóbrale por adelantado sino trabajarás en balde, en cambio si tu cliente llega vestido con un mono lleno de grasa o es del estilo del que hoy te acompaña, no te hace falta, esta gente paga siempre, hazme caso.”. Dada su eficacia, he elevado la recomendación a la categoría de dogma, y la sigo a pies juntillas.

Ya me hubiera gustado recibir más instrucciones de este tipo, en vez de que fuera el tiempo y la experiencia los que me abrieran los ojos sobre las distintas realidades de mi profesión.

La primera vez que vestí la toga, me sentí importante y muy orgullosa de empezar a formar parte de una escala social respetada y respetable. Confiaba sin reservas en el engranaje de la justicia. Ahora cada vez que me pongo la toga, pienso “otra vez a la arena del circo, a luchar como un cristiano”. Antes pensaba que los jueces siempre tenían una opinión cualificada y certera sobre los distintos litigios, el tiempo me enseñó que, a pesar de que se crean infalibles, fallan más que una escopeta de feria.

Lo mismo me pasaba cuando asistía a tensas reuniones donde se negociaban vidas y haciendas, lo hacía con armadura y lanza que utilizaba con vehemencia al primer acercamiento del enemigo, ahora, parece que no voy armada, confraternizo con el contrario y consigo mejores resultados.

Aunque pudiera parecer que estoy de vuelta de todo y presa de un profundo desencanto, no es así, antes concentraba mi energía en elevados empeños olvidando mi realidad más cercana, ahora me importa un pito la justicia como concepto, pero en cambio, me cuesta contener las lágrimas cuando alguien, al que han atropellado sus derechos, vuelca su dolor sobre mi mesa buscando el consejo profesional. Hoy soy capaz de emocionarme con las palabras que nacen del corazón y empatizar con los que acuden a mi despacho, en busca de ayuda, con la desesperación bajo el brazo.

Mi toga con el paso de los años se ha vuelto más flexible, más cálida y más cercana, ha cambiado tanto que no parece, ni siquiera, tan negra como cuando la estrené.

NACER MUJER


El día 08 de marzo se celebra, año tras año, el Dia Internacional de la mujer trabajadora. Si las mujeres ostentáramos los mismos derechos y condición que los hombres, no necesitábamos que nos dedicaran un día. Por desgracia, la mujer ha sido denigrada, ignorada y marginada en todas las culturas, en mayor o menor medida, a lo largo de la historia.

A pesar de ello, siempre ha habido mujeres capaces de luchar contracorriente, de plantar cara a las injusticias y a las marginaciones, mujeres que con sus pasos decididos y valientes han abierto nuevos caminos para todas, mujeres que nos enseñan que no hay sueño inalcanzable si persistes en capturarlo.

Clara Campoamor, Rosa Luxemburgo, Teresa de Calcuta, Suaad Allami, Agnes Paregio, , Ambiga Sreenevasan, Las madres de la plaza de Mayo, y tantas y tantas mujeres coraje, que nos aportan una lección magistral sobre la forma de recuperar aquellos derechos que nunca debimos perder. A todas ellas mil gracias.

Todavía queda mucho camino por recorrer, porque siguen produciéndose lapidaciones por adulterio, ablaciones, explotación sexual, niñas de corta edad dadas en matrimonio, países en que las mujeres no tienen derecho a la educación ni a la sanidad y donde su vida no vale nada.

Hay que seguir trabajando para que desaparezcan los atropellos, tenemos que seguir avanzando para conseguir que esta celebración desaparezca del calendario, porque será síntoma de que, por fin, los hombres y las mujeres somos iguales ante la ley y ante el mundo.

NOS QUEDA LA PALABRA

De forma totalmente casual, como todo lo que ocurre en la vida, llegó a mis manos el discurso que el escritor americano, Paul Auster, pronunció en la entrega del Premio Principe de Asturias de las Letras 2006 y me ha gustado tanto que no puedo por menos que compartirlo con vosotros.


No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe…, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.
Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?
En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente… inútil.
La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.
Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la “era posliteraria”. Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten –en la página impresa o en la pantalla de televisión–, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.
De todos modos, en lo que respecta al estado de la novela, al futuro de la novela, me siento bastante optimista. Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.

Nunca he querido trabajar en otra cosa.

Paul Auster Premio Principe de Asturias de las Letras 2006.

MALDITO PARNÉ



Según va creciendo el año, va creciendo la crisis. Esa crisis que vemos, sentimos y olemos desde hace meses, ha venido con la maleta grande dispuesta a quedarse entre nosotros una larga temporada.
A pesar de que nuestros gobernantes al principio, intentaron convencernos de que eran molinos y no gigantes, a estas alturas ya hemos comprobado que se equivocaban o lo que es peor, que nos querían equivocar.

Nuestros bolsillos se resienten, se encogen y tiemblan, temiendo tiempos peores y nuestros egos se rebelan porque el dinero es ingrediente indispensable para hacernos parecer aquello que no somos. Ya lo decía el Arcipreste de Hita: “Al torpe hace discreto, hombre de respetar, hace correr al cojo, al mudo le hace hablar..... También al hombre necio y rudo labrador dineros le convierten en hidalgo doctor; Cuanto más rico es uno, más grande es su valor”, y lo corroboraba Quevedo: “...es quien hace iguales al duque y al ganadero ........y ablanda al juez más severo, poderoso caballero es don dinero”

Sin duda el paso de los siglos no sólo no ha dejado obsoletos los poemas de Juan Ruiz y de Francisco de Quevedo , sino que los ha elevado a la categoría de dogma,” tanto tienes tanto vales” .

El vil metal se ha convertido en la varita mágica para conseguir la aceptación y la admiración de los demás, en el vaso de ginebra donde ahogar nuestras penas, en el refugio de nuestras miserias y en la panacea para redimir todas nuestras carencias.

Ahora viene la crisis y arrasa con el tenderete que teníamos montado alrededor de la guita, obligándonos a buscar otros caminos para resolver nuestros problemas.

Maldito parné que decía la copla.



EL SIGNIFICADO DE LA EDUCACION


Volvía de comer, caminaba por la calle, totalmente entregada a los asuntos miles que habitan en mi cabeza, cuando un trío de quinceañeros uniformados provistos de una grabadora salen a mi encuentro y sin ningún preámbulo me espetan:


“Señora, tenemos que hacer un trabajo para la clase de lengua ¿le podíamos hacer unas preguntas?”.


“Si claro”, contesto pasados los segundos necesarios para que mi cerebro procese la nueva situación. “¿Qué es para usted la educación?” Repito la pregunta en alto, para darme tiempo a preparar mi respuesta y acto seguido les contesto: "Es el arte de sacar lo mejor de cada uno. "

Los tres colegiales se miran entre ellos con signos claros de no haber entendido la respuesta y con la incipiente sospecha de que han ido a topar con un ejemplar urbano raro, no obstante una de ellas vuelve al ataque con otra pregunta: "¿Usted cree que estamos bien educados hoy en día? " “En lìneas generales no, porque se han perdido los valores necesarios para impartir una buena educación” les respondo, a la vez que uno de los entrevistadores se apresura a decir “Muchas Gracias” mientras hace un gesto con las cejas a sus compañeros para dar por terminada mi entrevista.

Prosigo mi camino, notando la mirada de los tres adolescentes clavada en mi nuca, y pensando para mis adentros “pero ¿qué esperaban estos chavales que les contestara? no se porque se han quedado tan sorprendidos por mi respuesta, que no les ha gustado está claro, tampoco a mi me ha gustado que me llamaran señora y no por ello he dado por finalizada la entrevista!.

Desde que me he convertido en Señora me siento libre para expresar lo que pienso, sin buscar la aprobación de los demás. Me basta y me sobra con lograr mi propia aceptación.

¿Y para ti? ¿Qué es la educación para ti? Anímate y opina, publicaré todas vuestras respuestas.