Alia
A Roberto le gustaba perderse por las mañanas en la Casa de Campo, necesitaba respirar naturaleza viva para arrancar el día con energía. Sentía nostalgia de los amaneceres en Loya, de los sonidos del bosque, del frescor de los hayedos, y como un niño indefenso que necesita protección, buscaba el arropo y cobijo de la madre naturaleza. Solía alejarse de los caminos para no ser molestado, y cuando encontraba un lugar idoneo, practicaba distintas asanas de yoga que le ayudaban a encontrar el equilibrio entre su cuerpo y su mente.
A Roberto le gustaba perderse por las mañanas en la Casa de Campo, necesitaba respirar naturaleza viva para arrancar el día con energía. Sentía nostalgia de los amaneceres en Loya, de los sonidos del bosque, del frescor de los hayedos, y como un niño indefenso que necesita protección, buscaba el arropo y cobijo de la madre naturaleza. Solía alejarse de los caminos para no ser molestado, y cuando encontraba un lugar idoneo, practicaba distintas asanas de yoga que le ayudaban a encontrar el equilibrio entre su cuerpo y su mente.
Pero esa mañana tenía una sensación extraña, se sentía vigilado. Paró sus ejercicios en varias ocasiones, mirando en rededor intentó descubrir al intruso, pero finalmente decidió que eran imaginaciones suyas y se concentró en su práctica.
Cuando la hubo terminado, se sentó en postura de medio loto para hacer una breve meditación. En cuanto cerró los ojos, sintió una presencia tras de sí, incluso podía sentir la respiración del intruso en su cuello. Se levantó sobresaltado y se dió la vuelta rápidamente. Un hombre de mediana edad le observaba a una distancia de un par de metros, le había sentido mucho más cerca de lo que realmente estaba. De pie uno frente al otro, alerta a cualquier movimiento del contrario, observandose con la respiración contenida, midiéndose ambos, pasaron unos segundos hasta que el intruso preguntó: -¿Tu eres Roberto, amigo de Laura Semprun?-.
Roberto frunció el ceño, y adoptando una postura de resistencia con los brazos en jarras contestó:- ¿quien eres y que haces aqui?-.
El intruso levantó la palma de su mano en señal de paz y se fue acercando hacía Roberto hablando: -Necesitaba hablar contigo en privado y te he seguido hasta aquí, soy Arturo Hidalgo - dijo extendiéndole su mano.
Roberto la estrechó sin parar de mirarle a los ojos, expectante y con actitud desconfiada, le preguntó - ¿que quieres?- .
Arturo le miró unos segundos y con gran rotundidad le contestó: -Encontrar a mi hija-
(Continuará)...............