Se cuelgan de tu conciencia y la hacen dar vueltas y más vueltas hasta que pierdes la noción de quien eres y donde estás.
Son capaces de todo con tal de salirse con la suya, se valen de su delicada salud, apelando a tu bondad, para ponerte la última en la cola del cobro. Son expertos en dar la vuelta a la tortilla y en vez de sentirse ruines y rastreros porque no te pagan los trabajos encargados, pasan la oración a pasiva y te conviertes tú en la villana que no tiene corazón al intentar cobrar, con lo mal que lo está pasando.
Conducen coches caros, viven en los mejores barrios y frecuentan los ambientes más selectos, aparentan más de lo que son y no son nada de lo que aparentan. Van por la vida dando pena a los que deben y envidia a los que aspiran a parecer y a ti, mientras tanto, te dan una palmadita en la espalda, para que tengas paciencia y no te quejes.
Ellos se creen sus propias mentiras, pero yo no me las creo, y por muchas vueltas que den a mi conciencia, no pienso perder el equilibrio, tampoco pienso perdonar los honorarios por un trabajo bien hecho, que, por suerte o por desgracia es con lo que me gano dignamente la vida. El perdón esta reservado para otros menesteres.
Yo creo que la única razón de que siempre pidan mi indulgencia a través de terceras personas es porque no son capaces de sostenerme la mirada.
Son capaces de todo con tal de salirse con la suya, se valen de su delicada salud, apelando a tu bondad, para ponerte la última en la cola del cobro. Son expertos en dar la vuelta a la tortilla y en vez de sentirse ruines y rastreros porque no te pagan los trabajos encargados, pasan la oración a pasiva y te conviertes tú en la villana que no tiene corazón al intentar cobrar, con lo mal que lo está pasando.
Conducen coches caros, viven en los mejores barrios y frecuentan los ambientes más selectos, aparentan más de lo que son y no son nada de lo que aparentan. Van por la vida dando pena a los que deben y envidia a los que aspiran a parecer y a ti, mientras tanto, te dan una palmadita en la espalda, para que tengas paciencia y no te quejes.
Ellos se creen sus propias mentiras, pero yo no me las creo, y por muchas vueltas que den a mi conciencia, no pienso perder el equilibrio, tampoco pienso perdonar los honorarios por un trabajo bien hecho, que, por suerte o por desgracia es con lo que me gano dignamente la vida. El perdón esta reservado para otros menesteres.
Yo creo que la única razón de que siempre pidan mi indulgencia a través de terceras personas es porque no son capaces de sostenerme la mirada.
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