-¿Por donde empezamos?- preguntó Roberto cuando llegaron a la Rosaleda del Parque del Oeste.
- Esto es como buscar una aguja en un pajar – apuntó Laura mirando de un lado a otro, esperando la llegada de alguna inspiración para empezar a buscar.
- Bueno, no desesperemos......vamos a leer de nuevo la pista – dijo Roberto. Se sentó en uno de los múltiples bancos de madera y leyó varias veces el papel, luego se lo extendió a Laura y le preguntó -¿se te ocurre algo?-
Laura lo leyó nuevamente y negó con la cabeza, luego sacó del bolso las dos sentencias que había elegido y las volvió a leer detenidamente por si concretaban algún lugar dentro de la Rosaleda .
- Nada, aquí no hay nada, tal vez no sean éstas las sentencias a las que se refería el duende - comentó Laura con desanimo.
Roberto permanecía en silencio, absorto en sus pensamientos, Apenas había gente, tan sólo una joven con su bebe paseaba entre las rosas y a lo lejos, una anciana observaba con gran atención un rosal aterciopeladamente rojo.
Roberto se puso de pie, en situación de alerta, -¿qué pasa?- preguntó Laura, él la hizo callar rápidamente poniendo su dedo índice en los labios. Roberto dio unos pasos a su izquierda y luego a la derecha, como si estuviera buscando algo.
- ¿No lo oyes? – le dijo él
- ¿El qué? –
- El susurro del duende –
- ¿De donde viene el sonido? – preguntó ella – no oigo nada -
- De allí- contesto Roberto señalando con el dedo la fuente de "Maria La Guapa".
- ¡Claro! ¡Como no se me había ocurrido antes! ¡la fuente! Los duendes viven en los bosques, alrededor de las fuentes. - dijo Roberto al tiempo que se dirigía rápidamente hacia la fuente seguido de Laura.
A pesar de que examinaron minuciosamente todo su contorno, no había rastro alguno de la nueva pista.
- No queda otro remedio – dijo Roberto, descalzándose, remangándose los pantalones y finalmente introduciéndose en el agua.
- ¡Oiga, señor! ¿pero que está usted haciendo? - vociferó la anciana que contemplaba los rosales – ¡no puede usted bañarse! –
Laura intentó hacer callar a la anciana, que con sus voces había despertado la atención de la joven madre que paseaba a su bebe.
- Tranquila, Señora, no grite, es que se me ha caído un anillo a la fuente y él se ha metido para rescatarlo –
Ya era tarde, una pareja de policías municipales entraban por la puerta de La Rosaleda, tras cruzarse con la joven y su bebé.
- Esto es como buscar una aguja en un pajar – apuntó Laura mirando de un lado a otro, esperando la llegada de alguna inspiración para empezar a buscar.
- Bueno, no desesperemos......vamos a leer de nuevo la pista – dijo Roberto. Se sentó en uno de los múltiples bancos de madera y leyó varias veces el papel, luego se lo extendió a Laura y le preguntó -¿se te ocurre algo?-
Laura lo leyó nuevamente y negó con la cabeza, luego sacó del bolso las dos sentencias que había elegido y las volvió a leer detenidamente por si concretaban algún lugar dentro de la Rosaleda .
- Nada, aquí no hay nada, tal vez no sean éstas las sentencias a las que se refería el duende - comentó Laura con desanimo.
Roberto permanecía en silencio, absorto en sus pensamientos, Apenas había gente, tan sólo una joven con su bebe paseaba entre las rosas y a lo lejos, una anciana observaba con gran atención un rosal aterciopeladamente rojo.
Roberto se puso de pie, en situación de alerta, -¿qué pasa?- preguntó Laura, él la hizo callar rápidamente poniendo su dedo índice en los labios. Roberto dio unos pasos a su izquierda y luego a la derecha, como si estuviera buscando algo.
- ¿No lo oyes? – le dijo él
- ¿El qué? –
- El susurro del duende –
- ¿De donde viene el sonido? – preguntó ella – no oigo nada -
- De allí- contesto Roberto señalando con el dedo la fuente de "Maria La Guapa".
- ¡Claro! ¡Como no se me había ocurrido antes! ¡la fuente! Los duendes viven en los bosques, alrededor de las fuentes. - dijo Roberto al tiempo que se dirigía rápidamente hacia la fuente seguido de Laura.
A pesar de que examinaron minuciosamente todo su contorno, no había rastro alguno de la nueva pista.
- No queda otro remedio – dijo Roberto, descalzándose, remangándose los pantalones y finalmente introduciéndose en el agua.
- ¡Oiga, señor! ¿pero que está usted haciendo? - vociferó la anciana que contemplaba los rosales – ¡no puede usted bañarse! –
Laura intentó hacer callar a la anciana, que con sus voces había despertado la atención de la joven madre que paseaba a su bebe.
- Tranquila, Señora, no grite, es que se me ha caído un anillo a la fuente y él se ha metido para rescatarlo –
Ya era tarde, una pareja de policías municipales entraban por la puerta de La Rosaleda, tras cruzarse con la joven y su bebé.
(Continuará).............
2 comentarios:
Angel ¿te parece suficiente emoción y sorpresa? o....¿quieres más madera?
La pregunta es pura cortesía, porque la novela seguirá su curso, a pesar de ti.
Besos,
Veamos como juegan estos torpes humanos sus últimas cartas.......................
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