CIBERFUTURO



Al abrir el contenedor, se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de las cosas. No se acordaba de cómo se llamaba el objeto que tenía delante y que tantas veces la abuela tomó entre las manos convirtiendo sus garabatos en historias que le contaba cuando era niño. Uno igual al que utilizaba para asegurar la pata coja de la mesa del ordenador o el mismo que en ocasiones utilizaba de tabla de corte para no rayar la encimera de vidrio. Le vino a la memoria la obsesión de su bisabuela por ese objeto, la pobre pensaba que la haría libre. Libre, libre… lo tenía en la punta de la lengua.  


(Primer intento de la temporada para Relatos en cadena, fallido, of course)

EL MEDIADOR FAMILIAR



Cada día salgo más tarde del despacho, siempre hay un dictamen que terminar o una consulta complicada por resolver; la excusa perfecta para no volver a casa hasta que ella esté dormida. Si tiene la luz de la habitación encendida, doy un rodeo con el coche hasta que la apaga, entonces subo y con mucho cuidado de no despertarla, me meto en la cama ocupando el borde de mi lado. Por las mañanas salgo de casa con la rebanada de pan del desayuno en la boca para evitar cualquiera de sus preguntas. Lo peor llega los fines de semana, en los que la coartada de jurista ocupado hace aguas, pero aun así he desarrollado mis mañas: cuando ella se acerca con intenciones de entablar una conversación me hago el dormido en el sofá, esperando que llegue el lunes y encontrarme la mesa llena de conflictos matrimoniales que resolver.


(Esta fue mi contribución al Concurso de Microrrelatos sobre abogados del mes de julio, no hubo suerte aunque quedó seleccionado entre los finalistas)