Gabriel se había ido del Café Vestal después de pedir disculpas a los camareros y al encargado que se había acercado por el revuelo. Cabizbajo y apesadumbrado salió a la calle, la oportunidad que llevaba años esperando se había esfumado en un instante por una aparición inoportuna. ¿quién sería ese energúmeno?.
Le resultaba muy violento utilizar sus técnicas marciales en público y mucho menos para inmovilizar a alguien, pero no le había quedado más remedio ¿qué relación tendría con Ángeles?
Cuando llegó a casa se dio cuenta de que se había dejado la orquídea y el libro en el café, pero no se sentía con ganas de volver, ya volvería a por ellos en otro momento.
Necesitaba soltar toda la frustración que sentía por lo que acababa de ocurrir, se cambió de ropa, se puso el pantalón de sipalki y empezó a hacer un duro entrenamiento teniendo por contrario a su propia rabia. Cuando ya hubo terminado con ella, remató la catarsis bajo la ducha para que el agua arrastrara cualquier resto de cólera que pudiera quedar.
Después buscó en el fondo de su armario el violín que le había acompañado desde que tenía uso de razón y que había sepultado junto con su pena la noche que murió Laura, su mujer, lanzándose al vacío. Lo afinó, y poco a poco empezó a sacar la música que había en él, y terminaron llorando juntos las lágrimas atrapadas durante estos años. Se mantuvieron en estrecha comunión hasta que el timbre de la puerta le devolvió al salón y al viernes por la noche.
Continuará ........................................