En
realidad esto del amor no tenía ninguna lógica, los dos lo
sabíamos, tú desde que Elsa
te besó en los labios y te gustó,
y yo desde
que Enrique me miró y se me llenó el estómago de
burbujas
y mariposas. No quisimos verlo, pero esto no hay quien lo pare, a ti
se te siguen yendo los ojos detrás de cada escote que te encuentras
y yo sigo perdiendo el sentido por los cuerpos musculosos y tatuados.
No te preocupes por los niños, en un pispás verán normal eso de
hablar de la mujer de su madre y el marido de su padre.
(Otra semana más de sequía, ay, qué penita, madre, qué penita)