LA MIRADA DEL TIBURÓN BLANCO


El miedo me recorrió las entrañas la primera vez que me topé con su mirada.  Los ojos del tiburón blanco son negros como el carbón, con esa negrura que solo da la ausencia de materia, la vacuidad; y me siguen haya donde yo vaya, es capaz de revirarlos hacia atrás y no perderme de vista ni estando de espalda, soy su presa favorita. Se mueve con tal sigilo que nunca percibo su presencia hasta que está junto a mí y es entonces cuando un escalofrío acompaña las palabras que me susurra al oído: «La espero en mi despacho, señorita Peláez»