EL SUSURRO DEL DUENDE (60ª entrega)

Alia


El Metro era un hervidero de gente a esa hora de la mañana. Chelo se apretó contra los que iban delante para poder entrar en el vagón. La mezcla del olor a humanidad con la música bacalao que emanaba de los cascos de una jovencita que viajaba a su lado, le produjeron una leve sensación de mareo –Menos mal que aquí no me caigo – pensó ella. Cuando finalmente salió a la calle, se sintió mejor aunque su estomago seguía revuelto.

Entró en la cafetería justo cuando daban las 8:00, se paró en la puerta buscando con la mirada a la persona con la que se había citado, a la que atisbó al fondo del local. Se dirigió a su mesa y antes de que la invitara a sentarse, ya lo había hecho y había empezado a soltar lo que desde la tarde anterior la estaba envenenando.

-Mire uste, no he pegao ojo en toa la noche. Yo no quiero hacerlos daño. Sólo quiero que “La Diana” aparezca. No tengo otra cosa en este mundo, son mi familia, aunque ahora esté cada uno por un lao, el Señor se ha ido pal extranjero, que, también qué oportuno, no podría haber elegio otro momento, aunque ya sabe uste que los negocios son los negocios y aunque la Señora esté con otro, que a mi me llevaban los demonios, pero que luego no ha resultao tan malo y la está ayudando mucho, aunque se meta en su cama, está ahí dale que te pego buscando a la chica. -

- De verda le digo que no se como pagar mi pecao, ese Comisario que mal rayo le parta, me acagazó con mi chico y aunque yo se que esta perdio, sigue siendo mi hijo ¿sabe uste? Ay!!! ¡maldita sea mi sombra!! Por eso le he llamao, si por mi culpa, la Señora y su futuro no pueden encontrar a La Diana, yo mihma me rebano el pescuezo. Tiene que ayudarme, se lo pido por lo que máh quiera –

- Vamos a hacer un trato, yo la ayudo a usted y usted me ayuda a mí ¿le parece? – contestó Arturo Hidalgo.

(Continuará..............)

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