- Esto es una pesadilla ¿qué vamos a hacer ahora? – se lamentó Laura mientras Roberto examinaba por arriba y por abajo la pista mojada, intentando descifrar la mancha de tinta que tenía ante sus ojos.
- ¿Por qué no volvemos a la Rosaleda? El duende estaba allí, tal vez nos de otra oportunidad – contestó Roberto.
Laura chasqueó la lengua en señal de fastidio – Roberto, eres un ingenuo, a ese duende, si es que existe, le importamos un bledo. Está jugando con nuestro sufrimiento, bueno, con el mío, porque es mi hija la que ha desaparecido ¿no lo entiendes? ¡¡¡Estoy atrapada en un juego diabólico!!!-
No había terminado de oír sus propias palabras, cuando ya se había arrepentido de haberlas dicho. Apretó sus párpados para no ver la torpeza cometida y para no encontrarse con la mirada de Roberto, no se sentía con fuerzas de sostenerla.
La voz de Roberto le retumbó en el pecho: - No pienso competir contigo para ver quien sufre más, Diana no es mi hija, pero lo he dejado todo por encontrarla y no voy a dejar que te enredes en el papel de pobrecita víctima y mucho menos que tires la toalla, ahora que estamos a punto de conseguirlo –
Laura sólo atinó a susurrar un – lo siento, perdóname – sin atreverse a levantar la mirada.
Roberto la cogió de la cintura, le dio un beso en el cuello y le susurró al oído – me lo cobraré en carne, no te preocupes - Le guiñó un ojo y le dijo: - venga, no perdamos tiempo, volvamos a la Rosaleda, además tenemos que cortar una rosa blanca ¿recuerdas? “y reserva una rosa blanca, te hará falta”. –
Faltaba poco para que cerraran el recinto de la Rosaleda cuando Laura y Roberto volvieron a entrar en él, no parecía que hubiera nadie, se fueron aproximando despacio a la fuente de “Maria la guapa”, recorriendo las matas de rosas de infinitos colores. Se pararon frente a una mata de rosas blancas y Roberto cortó una que aún no había abierto sus pétalos.
- ¡¡Pero, bueno!! ¡Usted no tiene remedio! – oyó a sus espaldas. Roberto sobresaltado, se volvió y se encontró con la anciana que un rato antes había presenciado su inmersión en la fuente.
-¡Joder! ¡que susto me ha dado!, ¿de donde ha salido usted? Hace un momento no había nadie!!!. -
-¡¡Si ya se lo dije a los policías que usted no era extranjero!!! ¡No le da vergüenza! ¡¡Que ya no tiene usted edad para andar haciendo gamberradas!!!-
-¡¡Policia!! ¡¡Policia!! ¡Es usted un gandul! –
Roberto y Laura salieron apresuradamente de la Rosaleda antes de que volviera la Policia, sin ninguna pista pero con una rosa blanca en la mano.
Roberto y Laura salieron apresuradamente de la Rosaleda antes de que volviera la Policia, sin ninguna pista pero con una rosa blanca en la mano.
(Continuará) .................
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