- Podemos empezar por el Puente de Culebra, está aquí mismo- dijo Laura adentrándose en la Casa de Campo – Aunque realmente no se qué es lo que tenemos que buscar-
Llegaron enseguida al puente construido por Sabatini, no había nadie en las inmediaciones, lo recorrieron despacio, fijándose en sus pináculos, en sus serpenteantes curvas, atentos a cualquier detalle que pudiera desvelarles el enigma que buscaban. Volvieron tras sus pasos a recorrer de nuevo el puente. Ningún rastro de nada que les llamara la atención.
Se apoyaron en su barandilla, contemplando el arroyo Meaques que corría por debajo, Laura miró a Roberto, con cierto desánimo que él captó y cortó al instante – Nos queda la fuente de Neveros, así que no te des por vencida –
Sólo se oían los cantos de los pitos reales y los petirrojos, lo demás era silencio.
Roberto levantó la cabeza en señal de alerta.
-¿Qué pasa?- preguntó Laura.
El la hizo callar colocando el dedo índice sobre sus labios. Al cabo de unos instantes, Roberto preguntó -¿no lo oyes?-
- ¿El qué?- preguntó Laura.
- Cierra los ojos y abre tus oídos –
Laura hizo lo que le indicaban, y tras unos segundos empezó a percibir un sonido grave y profundo, como surgido de la tierra, que le retumbaba en la cabeza, era como un susurro, que cada vez cobraba más intensidad.
- Oigo algo, como si fuera un susurro –
- El susurro del duende – respondió Roberto.
- Los duendes anuncian su llegada emitiendo unos sonidos constantes en tonos muy graves que parecen un susurro, hay que tener una sensibilidad especial para percibirlo, es inaudible para la mayor parte de los mortales. Ellos emiten en una frecuencia que no es la nuestra, por eso no siempre somos capaces de sintonizarla –
- La sentencia hablaba de unos ruidos extraños previos a que el perro se tire por el puente y desaparezca – recordó Laura –
- Nuestro duende está aquí - concluyó Roberto –volvamos a inspeccionar el puente –
(Continuará)
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