Llegaron en un santiamén a la glorieta del Angel Caido, rodearon cada uno por un lado la fuente que alberga la estatua y cuando se encontraron de nuevo, se miraron esperando cada uno que el otro tuviera la solución.
La primera en romper el hielo fue Laura con la pregunta fatídica - ¿y ahora qué?-.
Roberto se mostraba nervioso y parecía desorientado, miraba incesantemente de un lado al otro, buscando respuestas, sin encontrarlas, a la vez que buscaba con la mirada la sombra que les seguía.
- No lo se, Laura, no lo se, si lo supiera, no estaría aquí parado como un pasmarote ¿no te parece?- el tono de Roberto estaba cargado de irritación y una buena dosis de reproche. Laura parecía haber tirado la toalla y a Roberto le exasperaba verla derrotada.
Estaba empezando a anochecer pero todavía quedaba gente paseando por el lugar, decidieron permanecer allí , si era el lugar acertado pronto tendrían noticias.
Cogidos de la mano daban vueltas lenta y repetidamente alrededor de la fuente del Angel Caido, mientras esperaban pacientemente que algo ocurriera.
- ¡Que bonitos son los atardeceres de Madrid! Son casi, casi, tan bonitos como los de Loya – exclamó Roberto apretando con complicidad la mano de Laura.
-Oye Laura.....me gustaría preguntarte una cosa ¿Qué relación has tenido con Javier Vielva? . No es que me quiera entrometer en tu vida, pero, tal y como se comporta, parece como si éste fuera un asunto más personal que profesional para él-.
(Continuará......)
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