El cansancio estaba terminando con sus reservas. Estaba tan confusa y tan asustada que los pensamientos se atropellaban sin remedio en su cabeza. El ruido de las impresoras se había convertido en una música de fondo que martillaba impenitentemente sus oídos. La Comisaría olía a lejía y a culpa y allí estaba sentada Laura, en una silla verde y gastada, ante una mesa sin ocupante, esperando a ser oída o a ser juzgada.
Luis aguardaba fuera, paseando nerviosamente, mirando de reojo a las especies urbanas que iban apareciendo por el lugar.
- Así que usted, Sra. Semprum, es abogado? – entró diciendo el Inspector de Policia al tiempo que se sentaba al frente de la mesa donde Laura aguardaba.
Ella no movió ni un músculo, tan sólo sus ojos se clavaron por un instante, en el hombre uniformado y rechoncho que tenía enfrente, y acto seguido cerró sus párpados, como si no estuviera dispuesta a aguantar más estupideces.
- ¿Tiene usted idea de quien ha podido llevarse a su hija? – Laura intentó contener la respuesta, pero su lengua fue más rápida que su intención.
- ¿Cree usted que yo estaría aquí sentada si supiera quien tiene a mi hija? -
El Inspector la miró de arriba abajo desafiante – Veo Sra. Semprum, que no va usted a colaborar-
Laura sintió como las venas de sus sienes se hinchaban y por primera vez en su vida, se sintió sentada al otro lado, en el banquillo y notó como la sombra de la sospecha flotaba en el aire.
- Dígame una cosa ¿en calidad de qué, estoy aquí sentada, de imputada o de denunciante?- preguntó Laura adelantando el torso hacía su interlocutor.
- Porque si estoy en calidad de imputada, aquí falta un abogado ¿no le parece, Sr. Inspector?- continuó ella en tono mordaz.
El Inspector se recostó sobre su silla y tras acariciarse lentamente el bigote, dijo jugueteando con un bolígrafo: - Mire, con usted voy a hacer una excepción, Sra. Semprum, voy a invertir el orden, voy a tomar declaración a su marido y mientras, usted se calma un poco ¿de acuerdo? Así que dígale a su marido que pase y usted espere fuera. –
Laura se levantó y abandonó la sala sin decir adiós. Se acercó a Luis y le dijo – Quieren tomarte declaración a ti primero, haz memoria, no se te vaya a olvidar ninguna de las mentiras que llevas repitiendo toda la noche -
Luis hizo una mueca de desagrado por las palabras de Laura, pero en un instante mudó el gesto de su cara, recolocó sus hombros, tomó una respiración profunda y con paso decidido, entró en el despacho del Inspector.
Ella se derrumbó en una de las sillas cercanas a la ventanilla de atención al público, y apoyó la cabeza en la pared cerrando sus ojos.
- ¿También a ti te pega tu hombre? - le preguntó la mujer que estaba sentada a su lado y en la que, hasta entonces, ni siquiera se había fijado.
- Yo no..... es que yo...... No, No – balbuceó Laura, sorprendida por la pregunta.
La mujer le puso la mano en el muslo y le dijo – Tranquila, a mi también me daba vergüenza reconocerlo, al principio. –
(Continuará)
- ¿Tiene usted idea de quien ha podido llevarse a su hija? – Laura intentó contener la respuesta, pero su lengua fue más rápida que su intención.
- ¿Cree usted que yo estaría aquí sentada si supiera quien tiene a mi hija? -
El Inspector la miró de arriba abajo desafiante – Veo Sra. Semprum, que no va usted a colaborar-
Laura sintió como las venas de sus sienes se hinchaban y por primera vez en su vida, se sintió sentada al otro lado, en el banquillo y notó como la sombra de la sospecha flotaba en el aire.
- Dígame una cosa ¿en calidad de qué, estoy aquí sentada, de imputada o de denunciante?- preguntó Laura adelantando el torso hacía su interlocutor.
- Porque si estoy en calidad de imputada, aquí falta un abogado ¿no le parece, Sr. Inspector?- continuó ella en tono mordaz.
El Inspector se recostó sobre su silla y tras acariciarse lentamente el bigote, dijo jugueteando con un bolígrafo: - Mire, con usted voy a hacer una excepción, Sra. Semprum, voy a invertir el orden, voy a tomar declaración a su marido y mientras, usted se calma un poco ¿de acuerdo? Así que dígale a su marido que pase y usted espere fuera. –
Laura se levantó y abandonó la sala sin decir adiós. Se acercó a Luis y le dijo – Quieren tomarte declaración a ti primero, haz memoria, no se te vaya a olvidar ninguna de las mentiras que llevas repitiendo toda la noche -
Luis hizo una mueca de desagrado por las palabras de Laura, pero en un instante mudó el gesto de su cara, recolocó sus hombros, tomó una respiración profunda y con paso decidido, entró en el despacho del Inspector.
Ella se derrumbó en una de las sillas cercanas a la ventanilla de atención al público, y apoyó la cabeza en la pared cerrando sus ojos.
- ¿También a ti te pega tu hombre? - le preguntó la mujer que estaba sentada a su lado y en la que, hasta entonces, ni siquiera se había fijado.
- Yo no..... es que yo...... No, No – balbuceó Laura, sorprendida por la pregunta.
La mujer le puso la mano en el muslo y le dijo – Tranquila, a mi también me daba vergüenza reconocerlo, al principio. –
(Continuará)
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