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La radio anunciaba una crema milagrosa para borrar las arrugas del rostro, mientras Chelo se disponía a planchar un montón de ropa previamente doblada y apilada en una silla.
- ¿Sabes lo que dice el duende, Chelo?- -Que porqué nos empeñamos en quitar las arrugas de nuestra ropa, si se va a arrugar otra vez- dijo Diana
- Pos dile a tu amigo que onde esté la ropa planchá ........ que onde sa visto ir con una camisa toa arrugá. – contestó Chelo
- Dice que esas arrugas no hace falta plancharlas y las de la cara, tampoco, que las malas son las que salen en el corazón –
Chelo contemplaba con ternura a Diana mientras deslizaba la plancha sobre unas sábanas de algodón – Josú, lo que inventa- murmuró. Mientras salpicaba de agua una camisa de lino de Laura para poderla planchar, un brillo de picardía surgió en su mirada y dijo: - y digo yo, éhte amigo tuyo que sabe tanto ¿es el que estrozó lo´ platos? ¿y no sabe que eso no se hace?-
- Estaba jugando – respondió Diana.
- Pos dile que como lo vuelva a hacer, lo meto en el vater , tiro de la cadena y adiós duende –
- No puedes hacerlo, porque tu no le ves – contestó Diana entre risas.
Se oyó la puerta del garaje abriéndose, - mira ya está aquí tu madre -. Chelo dejó un momento la plancha y se acercó a la ventana – ah, no, pos es el coche de tu padre ¡que pronto viene hoy!-
Luis se puso en cuatro zancadas en la cocina, su mirada lo decía todo, sus ojos se movían nerviosamente buscando desesperadamente la panacea para ahuyentar las locuras de su hija. Estaba muy alterado y Chelo empezó a rezar muy bajito para alejar la desgracia que veía venir.
-¿Dónde está Diana?- Le preguntó casi gritándola, Chelo empezó a elevar el tono de sus rezos y a acelerar su ritmo, pero no le contestó.
La radio anunciaba una crema milagrosa para borrar las arrugas del rostro, mientras Chelo se disponía a planchar un montón de ropa previamente doblada y apilada en una silla.
- ¿Sabes lo que dice el duende, Chelo?- -Que porqué nos empeñamos en quitar las arrugas de nuestra ropa, si se va a arrugar otra vez- dijo Diana
- Pos dile a tu amigo que onde esté la ropa planchá ........ que onde sa visto ir con una camisa toa arrugá. – contestó Chelo
- Dice que esas arrugas no hace falta plancharlas y las de la cara, tampoco, que las malas son las que salen en el corazón –
Chelo contemplaba con ternura a Diana mientras deslizaba la plancha sobre unas sábanas de algodón – Josú, lo que inventa- murmuró. Mientras salpicaba de agua una camisa de lino de Laura para poderla planchar, un brillo de picardía surgió en su mirada y dijo: - y digo yo, éhte amigo tuyo que sabe tanto ¿es el que estrozó lo´ platos? ¿y no sabe que eso no se hace?-
- Estaba jugando – respondió Diana.
- Pos dile que como lo vuelva a hacer, lo meto en el vater , tiro de la cadena y adiós duende –
- No puedes hacerlo, porque tu no le ves – contestó Diana entre risas.
Se oyó la puerta del garaje abriéndose, - mira ya está aquí tu madre -. Chelo dejó un momento la plancha y se acercó a la ventana – ah, no, pos es el coche de tu padre ¡que pronto viene hoy!-
Luis se puso en cuatro zancadas en la cocina, su mirada lo decía todo, sus ojos se movían nerviosamente buscando desesperadamente la panacea para ahuyentar las locuras de su hija. Estaba muy alterado y Chelo empezó a rezar muy bajito para alejar la desgracia que veía venir.
-¿Dónde está Diana?- Le preguntó casi gritándola, Chelo empezó a elevar el tono de sus rezos y a acelerar su ritmo, pero no le contestó.
Laura apareció en la cocina – Luis ¿Qué vas a hacer?.
- Algo que tendría que haber hecho hace mucho tiempo – contestó él subiendo de dos en dos los escalones que le dirigían al cuarto de Diana.
(Continuará)
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