EL SUSURRO DEL DUENDE (23ª entrega)

Foto: Claudio.

Parecía que Diana se había dormido por fin, aunque todavía tenía la respiración entrecortada del llanto. Laura y Chelo abandonaron la habitación.

-Si quiere que me quede esta noche, me quedo –

- No hace falta, Chelo, váyase a casa, que ha sido un día duro. Gracias de todas maneras-

- Que me pueo quedar, en serio, si a mi no me espera nadie –

Laura la miró con ternura y le acarició el hombro –váyase y descanse, de verdad, estaremos bien –
Abajo la televisión del salón cambiaba constantemente de canal, Luis buscaba en el mando una distracción que no encontraba.

Laura se refugió en el despacho intentando buscar la calma que necesitaba. Puso una música de cuencos tibetanos y se sentó en una silla, concentrándose en su respiración, pero no conseguía relajarse. Necesitaba poner en orden sus ideas, pero estaba demasiado nerviosa para lograrlo.

Decidió entonces encender el ordenador y mandarle un correo electrónico a Roberto. “mi historia con Luis ha terminado” escribió y permaneció varios minutos inmóvil ante el mensaje, finalmente marcó todo lo escrito, dirigió el ratón al icono de “Eliminar” y apagó el ordenador.

Se recostó en el futón que había bajo la ventana, tomó una revista para engatusar la furia que llevaba dentro y para maquillar la angustia que el incidente protagonizado por Luis le había dejado. Tras librar una dura batalla contra sí misma, se quedó profundamente dormida hasta que un ruido, la despertó.

Laura se incorporó agudizando el oído, miró el reloj, eran las cuatro de la mañana, tenía un mal presentimiento, realmente esa sensación llevaba con ella todo el día, salió del despacho y escuchó la televisión del salón aún encendida, sintió una corriente de aire por el pasillo y se dirigió a la habitación de Diana, su cama estaba vacía y la ventana abierta.

Salió apresuradamente de la habitación y se dirigió a la suya, por si a la niña se le hubiera ocurrido buscar cobijo en la cama de su madre, allí tampoco estaba, empezó a llamarla al tiempo que iba mirando, una por una, en las estancias de la primera planta, subió a la buhardilla, visiblemente alterada y tampoco la encontró allí. Finalmente bajó rápidamente las escaleras y comprobó que tampoco estaba abajo. Luis dormía en el sofá con la televisión encendida, ajeno a la búsqueda desesperada de Laura, que cuando hubo recorrido toda la casa, salió al jardín y en medio de la noche silenciosa de la Casa de Campo, lanzó su desesperación a través de un grito desgarrador - ¡Diana ¡

La niña había desaparecido.

(Continuará)

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