COMO UN LAMENTO (14º entrega)

Foto: chippitta-Flickr

El sonido de la intensa lluvia golpeando los cristales despertó a Ángeles antes de que lo hiciera el despertador. Se tomó todavía unos minutos para repasar todos los acontecimientos del día anterior y cuando el reloj le recordó que se tenía que levantar, salió de la cama, rumbo a la ducha con pocas fuerzas y menos ganas.


En su rostro quedaba la huella de los intensos momentos vividos el día anterior: el encontronazo con su madre, la memoria de su padre cuidadosamente sepultada a lo largo de una década, que una simple nota hizo emerger en unos segundos y la extraña figura que pedía paso para entrar en su vida.


Buscó una solución de emergencia en el cajón donde guardaba sus pinturas y maquillajes y escogió una barra de labios en tono rosa intenso y brillante que le diera color a su apagado aspecto. El carmín produjo los efectos deseados tanto en su imagen como en su ánimo.

Entró en la cocina para prepararse el desayuno y allí estaba su madre, sentada, esperándola. -Te he preparado un café- dijo Doña Elvira, -Gracias- contestó Ángeles sin mirarla a los ojos. -No he pegado ojo en toda la noche del disgusto que me has dado- siguió diciendo su madre. Ángeles no estaba dispuesta a aguantar chantajes emocionales a esas horas de la mañana , se bebió de un trago la taza de café, y salió de la cocina a la vez que decía : “Me tengo que ir, adiós ” A lo lejos oía a su madre decir: ¡pero si nunca sales tan pronto!.

Se quedó unos minutos en el portal, respirando el frío de la mañana y el olor a tierra mojada del pequeño jardín que rodeaba la finca, haciendo tiempo y ganas para empezar una nueva jornada. Finalmente, abrió el paraguas y salió. En la calle se cruzó, como todos los días con el vecino del segundo que volvía a casa corriendo y sin paraguas, esta vez fue ella la que le saludó y él el que no pareció percatarse de su presencia.

Cuando llegó al trabajo, se pasó por el taller antes de subir a su oficina, para ver a Matías e interesarse por su estado de ánimo, pero tan sólo estuvo unos minutos con él, Fabo la vigilaba a través de las cristaleras de la zona de oficinas. Entró en su despacho, encendió su ordenador y abrió su bandeja de correo. Tenía muchos mensajes, aunque sólo le interesaba uno, que remitía Poeta Urbano, y que se apresuró a abrir. “Te queda bien ese carmín, aunque no le hace falta a tus labios, ¿para qué alumbrar la luz si brilla por si misma?.


Ángeles decidió, de una vez por todas, averiguar la identidad de su admirador anónimo y respondió a su mensaje preguntándole: ¿Quién eres?



Continuará .............................................................

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