EL SUSURRO DEL DUENDE (10ª entrega)


- ¿ Porque me preguntas eso?- dijo Roberto quitándose las botas y los calcetines, frotando la planta de sus pies contra la hierba – ya sabes que si, no sólo creo en ellos sino que los pinto –

Laura le imitó, quedándose descalza sobre la hierba e insistió - ¿pero los ves? –

Roberto, sentado sobre la hierba, abrazando sus rodillas, la miró con absoluta ternura y sonriendo le dijo: -¿qué han hecho contigo, princesa? –

Laura se sintió incomoda con la pregunta de Roberto, se tumbó en la hierba y no contestó.

- ¿Qué queda de la chica sensible e intuitiva que yo conocí? – insistió Roberto.


En el fondo esa pregunta había dado en el centro de la diana, había ido directa a la batalla que llevaba librando desde su infancia entre lo racional y lo emocional, entre la realidad que veía y la realidad que sentía, entre lo que debía ser y lo que era.

El mundo de Laura era el mismo que el de Diana, aunque no lo quisiera reconocer abiertamente, ella también había sido una niña especial que no sabía que lo era, hasta que descubrió que el resto de los niños de su edad no oían voces que flotaban en el aire en ciertos lugares, como ella; ni tampoco veían los colores que emanaban de las personas, como los veía ella; ni, por supuesto, soñaban la noche anterior lo que iba a pasar al día siguiente.

Cuando comprobó que esas cosas, que creía normales, sólo le pasaban a ella, decidió no hablar de ello con nadie, tan sólo Roberto y Luis lo sabían. El primero porque se enteró antes de que Laura decidiera sellar su boca definitivamente sobre este asunto y el segundo, porque ella misma se lo confesó en una noche de pasión y secretos, confesión de la que se había arrepentido muchas veces porque Luis, aprovechaba cualquier ocasión para hacer bromas sarcásticas y despectivas de esa facultad de su compañera.

Laura había apostado por abrazar la normalidad socialmente aceptada y había intentado sepultar sus “rarezas” durante toda su vida, pero, a pesar de sus intentos, afloraban a menudo con la fuerza de lo prohibido.

- Sigo siendo la misma, aunque tu no lo creas – se defendió Laura. – he pulido algunas cosas, he cambiado otras, me he deshecho de las que me estorbaban para vivir, pero, en esencia, sigo siendo la misma de siempre- .

- Pues yo creo que ese camino que has elegido, te está matando, la rigidez de las normas y ese envarado e inflexible mundo de la justicia en el que te mueves, acabará transformando tu corazón de hada en una piedra – le dijo Roberto con una solemnidad que a Laura le pareció una severa advertencia.

- Te equivocas y no sabes cómo – le respondió Laura que seguía sin perder de vista a Diana que hablaba animadamente con vete a saber quien.

- Además, desapareces del mapa durante veinte años y cuando vuelves ¿te crees con el derecho de juzgar la vida de los demás? – el enfado de Laura era manifiesto.

Roberto le tomó la mano y le dijo – Discúlpame, no pretendía hacerte daño, tienes razón, soy un bocazas y tal vez he sacado conclusiones precipitadas –

Diana se levantó de repente sobresaltada y empezó muy despacio a andar hacía atrás, cuando estaba a cierta distancia del riachuelo, echó a correr hacia Laura y Roberto ocultándose tras ellos.


-¿Qué te ha pasado? – le preguntó su madre.

-Ha llegado un duende – contestó Diana asomando sus grandes ojos entre los hombros de Laura y Roberto.

(Continuará)

0 comentarios: