- Me he exiliado del mundo y me he venido a vivir aquí – contestó Roberto - He rehabilitado la casa de mi abuela y he vuelto al hogar.........¡Que te parece! Cuando Dori me dijo ayer que venías este fin de semana, flipé ....... te veo muy bien...........eso es que no te ha tratado mal la vida –
Diana apareció igual que había desaparecido, con dos luciérnagas en su mano.
- Mira mamá, detrás de esa cuadra hay un montón como éstas ¿sabes que las luciérnagas son las linternas de los duendes? –
Roberto levantó las cejas sorprendido y divertido por las palabras de la niña. –Así que tu eres Diana –
- y tu ¿quién eres? – respondió la niña. El se puso en cuclillas frente a ella y le dijo – soy un amigo de tu mamá y de las hadas y duendes que viven aquí –
- ¡¡En serio!!!! exclamó Diana fascinada.
- En serio- contestó Roberto contemplando encantado a la niña.
-¿Por qué no entramos en casa? Está empezando a hacer frío – interrumpió Laura, encogiendo sus hombros y frotándose los brazos. - Roberto ¿por qué no cenas con nosotras?-
- ¿me dejas cenar en tu casa? preguntó Roberto a Diana.
- ¡Vale! Y me cuentas cosas de las hadas y de los duendes –
-Hecho – contestó Roberto ofreciendo su mano a Diana para entrar en casa.
-Tienes una casa estupenda – dijo él cogiendo unos cuantos troncos de leña para echarlos al fuego- Dori tenía que irse hoy a Gijón y me pidió que te encendiera la chimenea y se me ocurrió, que después de un viaje tan largo, sería reconfortante encontrarse la cena hecha. – apuntó Roberto señalando el plato con la tortilla y el queso.
-¿Así que has sido tu? ¡que detallazo! – respondió Laura.
- Y además con huevos de las mis gallinas – dijo él utilizando los giros lingüísticos de la zona.
Regaron la cena con una buena botella de vino y con un montón de cosas que contarse. Se habían perdido la pista cuando entraron en la Universidad, Roberto consiguió una beca para estudiar Biología en una Universidad americana. De California saltó a Canadá y no había vuelto a Loya hasta hacía dos años, cuando falleció su madre.
- Fue como reencontrarme de nuevo, se despertó en mí una necesidad de volver a mis raíces, a mi esencia, de rodearme de mi gente. A pesar de que en Toronto, tenía mi vida hecha, un buen trabajo y una buena posición social, nada me retenía allí. Me había divorciado hacía unos años, no había tenido hijos y pensé que nadie me esperaba allí, así que tras el entierro volví a Canadá, vendí mi casa, liquidé todo lo que tenía por allí, incluido el trabajo y desde hace seis meses soy vecino de este olvidado lugar - Roberto remató su relato levantando su copa en señal de brindis.
- Permíteme la indiscreción – apuntó Laura – pero en este sitio alejado del mundo ¿quién te espera? –
- Los recuerdos – contestó Roberto tras unos instantes de reflexión.
- Veo que sigues usando el mismo estilo directo al objetivo que yo conocí- apuntó él – Yo, en cambio, sí se de ti, me han puesto al día los lugareños: abogada consolidada con despacho propio, ¿felizmente casada? con un economista de alta alcurnia y con una hija preciosa –
- ¿Cuándo me vas a hablar de los duendes y de las hadas que viven aquí? – protestó Diana
Laura intervino recordándole a Diana que ya era muy tarde y tenía que irse a la cama.
- Tienes razón – reconoció Roberto, contestando a Diana – vamos a hacer una cosa mejor, mañana te voy a llevar a un sitio del bosque donde viven un montón de duendes y hadas ¿vale?
Mientras Laura acostaba a Diana, Roberto reavivó el fuego y preparó unas infusiones de hierbas locales. Cuando Laura volvió, las tazas humeantes esperaban en una mesa baja frente a la chimenea.
- No has contestado a mi pregunta – dijo él, poniendo azúcar en su infusión.
Ella fingió cara de sorpresa - ¿qué pregunta?-
Diana apareció igual que había desaparecido, con dos luciérnagas en su mano.
- Mira mamá, detrás de esa cuadra hay un montón como éstas ¿sabes que las luciérnagas son las linternas de los duendes? –
Roberto levantó las cejas sorprendido y divertido por las palabras de la niña. –Así que tu eres Diana –
- y tu ¿quién eres? – respondió la niña. El se puso en cuclillas frente a ella y le dijo – soy un amigo de tu mamá y de las hadas y duendes que viven aquí –
- ¡¡En serio!!!! exclamó Diana fascinada.
- En serio- contestó Roberto contemplando encantado a la niña.
-¿Por qué no entramos en casa? Está empezando a hacer frío – interrumpió Laura, encogiendo sus hombros y frotándose los brazos. - Roberto ¿por qué no cenas con nosotras?-
- ¿me dejas cenar en tu casa? preguntó Roberto a Diana.
- ¡Vale! Y me cuentas cosas de las hadas y de los duendes –
-Hecho – contestó Roberto ofreciendo su mano a Diana para entrar en casa.
-Tienes una casa estupenda – dijo él cogiendo unos cuantos troncos de leña para echarlos al fuego- Dori tenía que irse hoy a Gijón y me pidió que te encendiera la chimenea y se me ocurrió, que después de un viaje tan largo, sería reconfortante encontrarse la cena hecha. – apuntó Roberto señalando el plato con la tortilla y el queso.
-¿Así que has sido tu? ¡que detallazo! – respondió Laura.
- Y además con huevos de las mis gallinas – dijo él utilizando los giros lingüísticos de la zona.
Regaron la cena con una buena botella de vino y con un montón de cosas que contarse. Se habían perdido la pista cuando entraron en la Universidad, Roberto consiguió una beca para estudiar Biología en una Universidad americana. De California saltó a Canadá y no había vuelto a Loya hasta hacía dos años, cuando falleció su madre.
- Fue como reencontrarme de nuevo, se despertó en mí una necesidad de volver a mis raíces, a mi esencia, de rodearme de mi gente. A pesar de que en Toronto, tenía mi vida hecha, un buen trabajo y una buena posición social, nada me retenía allí. Me había divorciado hacía unos años, no había tenido hijos y pensé que nadie me esperaba allí, así que tras el entierro volví a Canadá, vendí mi casa, liquidé todo lo que tenía por allí, incluido el trabajo y desde hace seis meses soy vecino de este olvidado lugar - Roberto remató su relato levantando su copa en señal de brindis.
- Permíteme la indiscreción – apuntó Laura – pero en este sitio alejado del mundo ¿quién te espera? –
- Los recuerdos – contestó Roberto tras unos instantes de reflexión.
- Veo que sigues usando el mismo estilo directo al objetivo que yo conocí- apuntó él – Yo, en cambio, sí se de ti, me han puesto al día los lugareños: abogada consolidada con despacho propio, ¿felizmente casada? con un economista de alta alcurnia y con una hija preciosa –
- ¿Cuándo me vas a hablar de los duendes y de las hadas que viven aquí? – protestó Diana
Laura intervino recordándole a Diana que ya era muy tarde y tenía que irse a la cama.
- Tienes razón – reconoció Roberto, contestando a Diana – vamos a hacer una cosa mejor, mañana te voy a llevar a un sitio del bosque donde viven un montón de duendes y hadas ¿vale?
Mientras Laura acostaba a Diana, Roberto reavivó el fuego y preparó unas infusiones de hierbas locales. Cuando Laura volvió, las tazas humeantes esperaban en una mesa baja frente a la chimenea.
- No has contestado a mi pregunta – dijo él, poniendo azúcar en su infusión.
Ella fingió cara de sorpresa - ¿qué pregunta?-
- Sabes perfectamente a que pregunta me refiero – aclaró él.
- No estoy ni feliz ni infelizmente casada, simplemente no estoy casada – respondió ella – así que tus fuentes no son tan fidedignas como tu creías -
- De acuerdo, rectifico mi pregunta ¿felizmente emparejada? – insistió Roberto.
- ¿Por qué te interesa tanto? – preguntó ella con una mirada expectante.
- "mis fuentes” esas a las que tu no das ninguna credibilidad, dicen que a tu pareja, casi no se le ve el pelo por aquí y cuando viene hace la visita del médico y no se relaciona con nadie, no se Laura, un tío así no me pega a tu lado.
- ¿ ah no? y ¿qué tío pega a mi lado? preguntó Laura socarronamente.
- Un tío como yo, por ejemplo – dijo Roberto sonriendo y guiñándole un ojo.
- No estoy ni feliz ni infelizmente casada, simplemente no estoy casada – respondió ella – así que tus fuentes no son tan fidedignas como tu creías -
- De acuerdo, rectifico mi pregunta ¿felizmente emparejada? – insistió Roberto.
- ¿Por qué te interesa tanto? – preguntó ella con una mirada expectante.
- "mis fuentes” esas a las que tu no das ninguna credibilidad, dicen que a tu pareja, casi no se le ve el pelo por aquí y cuando viene hace la visita del médico y no se relaciona con nadie, no se Laura, un tío así no me pega a tu lado.
- ¿ ah no? y ¿qué tío pega a mi lado? preguntó Laura socarronamente.
- Un tío como yo, por ejemplo – dijo Roberto sonriendo y guiñándole un ojo.
(Continuará)
2 comentarios:
Mmmmm, sugerente, interesante, ¿previsible?. Ah, ya sé que es pronto para precipitarse en infundados análisis.
Muy bien.
Hay días, incluso semanitas en las que yo también quisiera exiliarme del mundo y vivir en Loya rodeada de bosques llenos de luciérnagas (yo los llamo cocos de luz)¿conoces algún lugar semejante? je, je.
Tu creatividad va in crescendo, ánimo vas muy bien, de nuevo me encuentro fascinada con esta novela, y aunque ya te lo he dicho creo que es justo recordarlo de vez en cuando.
besos.
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