Laura estaba ultimando el juicio del día siguiente cuando su socio asomó la cabeza por la puerta de su despacho. -Ya ha llegado nuestro hombre misterioso, ¿podemos reunirnos aquí? la sala de juntas está ocupada- preguntó Esteban.
- Está bien- contestó Laura con más resignación que aceptación. El despacho de Esteban, aunque era más grande que el suyo, y disponía también de una mesa de juntas, nunca se podía utilizar, siempre estaba lleno de montoncitos de papeles por todos los rincones, por las sillas, por el suelo, por las mesas....... y Laura no solía tener inconveniente para reunirse en su despacho, aunque en esta ocasión, sin saber porqué, no le hacía ninguna gracia.
Arturo Hidalgo era un hombre apuesto, viviendo la cincuentena, impecablemente vestido con un traje de alpaca gris a juego con su pelo y con una mirada gélida. Entró en el despacho acompañado de Esteban y Laura tuvo la sensación de que, en cuestión de segundos, hizo la ficha completa de donde estaba, sus ojos pasaban rápidamente de los cuadros de la pared a los libros de la estantería, de la estantería a la mesa, de la mesa a los ventanales, de los ventanales a los libros, de los libros a la foto de Diana y ahí se detuvieron durante unos segundos, que parecieron horas. Un escalofrío recorrió la espalda de Laura que se acercó a Arturo para captar su atención y desviarla de la imagen de su hija.
- Soy Laura Semprum, socia de Esteban Herrera, encantada – le dijo ofreciéndole estrechar su mano. Arturo contestó a su saludo acercando la mano de Laura a su boca como si fuera a besarla, y pronunció fríamente – el gusto es mío -
Tomaron asiento alrededor de la mesa y Esteban tomó la palabra intentando distender el ambiente, pretendiendo el acercamiento del cliente, sin conseguirlo. Laura hacía auténticos esfuerzos por resultar amable pero todo se mostraba muy forzado y Arturo Hidalgo contestaba educadamente a las preguntas de cortesía que le realizaban, sin perder de vista el marco con la foto de Diana.
Laura decidió ir directamente al grano: - y díganos ¿En que podemos ayudarle? -
Arturo, echó mano de un maletín negro que le acompañaba y sacó una documentación que puso enfrente de él. – La cuestión es bien sencilla – empezó a decir- Voy a ausentarme unos meses de España y necesito que durante mi ausencia, un equipo de expertos actúen en mi nombre y lleven a cabo una serie de operaciones de cierta magnitud, como la venta de una de mis empresas que es una Promotora Inmobiliaria. Es una empresa solvente, con una economía muy saneada.-
Arturo observaba atentamente las reacciones de Laura y Esteban ante sus palabras y prosiguió diciendo – Pensarán ustedes que cómo siendo una empresa rentable, la vendo, pues, muy sencillo, quiero iniciar negocios en Bahamas y necesito una inversión inicial fuerte que puedo conseguir con la venta de esa empresa.-
Laura le interrumpió – Discúlpeme, lo que yo pienso, es porqué nos lo encarga a nosotros y no se queda usted en España hasta que la venda –
Esteban la fusiló con la mirada, no obstante Arturo le contestó – Los acontecimientos se han precipitado en Bahamas y no puedo esperar a rematar la operación para marcharme –
Laura insistió – y ¿por qué nosotros? ¡¡¡si no nos conoce de nada ¡!! –
Esteban decidió tomar cartas en el asunto, antes de que su socia espantara al cliente definitivamente, pero éste se le adelantó: - les he elegido a ustedes porque tengo muy buenas referencias suyas,–
- De los Cantalapiedra ¿no? - preguntó sarcásticamente Laura.
- Está bien- contestó Laura con más resignación que aceptación. El despacho de Esteban, aunque era más grande que el suyo, y disponía también de una mesa de juntas, nunca se podía utilizar, siempre estaba lleno de montoncitos de papeles por todos los rincones, por las sillas, por el suelo, por las mesas....... y Laura no solía tener inconveniente para reunirse en su despacho, aunque en esta ocasión, sin saber porqué, no le hacía ninguna gracia.
Arturo Hidalgo era un hombre apuesto, viviendo la cincuentena, impecablemente vestido con un traje de alpaca gris a juego con su pelo y con una mirada gélida. Entró en el despacho acompañado de Esteban y Laura tuvo la sensación de que, en cuestión de segundos, hizo la ficha completa de donde estaba, sus ojos pasaban rápidamente de los cuadros de la pared a los libros de la estantería, de la estantería a la mesa, de la mesa a los ventanales, de los ventanales a los libros, de los libros a la foto de Diana y ahí se detuvieron durante unos segundos, que parecieron horas. Un escalofrío recorrió la espalda de Laura que se acercó a Arturo para captar su atención y desviarla de la imagen de su hija.
- Soy Laura Semprum, socia de Esteban Herrera, encantada – le dijo ofreciéndole estrechar su mano. Arturo contestó a su saludo acercando la mano de Laura a su boca como si fuera a besarla, y pronunció fríamente – el gusto es mío -
Tomaron asiento alrededor de la mesa y Esteban tomó la palabra intentando distender el ambiente, pretendiendo el acercamiento del cliente, sin conseguirlo. Laura hacía auténticos esfuerzos por resultar amable pero todo se mostraba muy forzado y Arturo Hidalgo contestaba educadamente a las preguntas de cortesía que le realizaban, sin perder de vista el marco con la foto de Diana.
Laura decidió ir directamente al grano: - y díganos ¿En que podemos ayudarle? -
Arturo, echó mano de un maletín negro que le acompañaba y sacó una documentación que puso enfrente de él. – La cuestión es bien sencilla – empezó a decir- Voy a ausentarme unos meses de España y necesito que durante mi ausencia, un equipo de expertos actúen en mi nombre y lleven a cabo una serie de operaciones de cierta magnitud, como la venta de una de mis empresas que es una Promotora Inmobiliaria. Es una empresa solvente, con una economía muy saneada.-
Arturo observaba atentamente las reacciones de Laura y Esteban ante sus palabras y prosiguió diciendo – Pensarán ustedes que cómo siendo una empresa rentable, la vendo, pues, muy sencillo, quiero iniciar negocios en Bahamas y necesito una inversión inicial fuerte que puedo conseguir con la venta de esa empresa.-
Laura le interrumpió – Discúlpeme, lo que yo pienso, es porqué nos lo encarga a nosotros y no se queda usted en España hasta que la venda –
Esteban la fusiló con la mirada, no obstante Arturo le contestó – Los acontecimientos se han precipitado en Bahamas y no puedo esperar a rematar la operación para marcharme –
Laura insistió – y ¿por qué nosotros? ¡¡¡si no nos conoce de nada ¡!! –
Esteban decidió tomar cartas en el asunto, antes de que su socia espantara al cliente definitivamente, pero éste se le adelantó: - les he elegido a ustedes porque tengo muy buenas referencias suyas,–
- De los Cantalapiedra ¿no? - preguntó sarcásticamente Laura.
Arturo reaccionó serenamente diciendo:- Un amigo común me dijo que Jesús Cantalapiedra no movía un dedo sin antes consultarles a ustedes y eso es mi máxima garantía.-
Laura iba a preguntarle como se llamaba el amigo en común, pero no tuvo oportunidad, Esteban le dio un pisotón por debajo la mesa, obligándola a callarse.
Arturo le extendió un documento Notarial a Esteban, diciendo: - les he hecho este poder a nombre de ustedes dos para que hagan y deshagan como si yo mismo fuera- Se buscó en el bolsillo interior de la chaqueta y extrajo una tarjeta que también entregó a Esteban: -aquí tienen mis teléfonos, recibirán instrucciones mías muy pronto -
Por último, Arturo sacó del maletín un sobre que dejó encima de la mesa y levantándose dijo: - les dejo un adelanto para que vayan haciendo frente a gastos-
Cuando ya estaba en la puerta, volvió a reparar en la foto de Diana y dirigiéndose a Laura le preguntó - ¿su hija? - Laura afirmó temerosamente con la cabeza, -Una niña especial – afirmó Arturo estrechando la mano de Laura, que no supo que contestar a esa observación.
Laura sentía un nudo en el estómago, no le gustaba nada ese tipo y que se hubiera fijado en Diana le intranquilizaba sobremanera.
Esteban regresó como una bala tras acompañar a la puerta a Arturo Hidalgo y cerró la puerta tras de sí con mucho ímpetu.
- ¿Qué te pasa? – le reprochó a Laura – te has comportado groseramente-
- No quiero el caso- respondió ella- no me fío ni un pelo de este tío –
Esteban se acercó a la mesa, tomó el sobre que había dejado Arturo, miró en su interior, contó los billetes que había dentro y miró atónito a Laura.
- Ha dejado 100.000 € - dijo sin poder reponerse de la sorpresa.
(Continuará)
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