Chelo siempre llegaba a la puerta del colegio de Diana antes de que la abrieran, decía que no quería que la tuviera que esperar, aunque realmente lo que no quería es que sintiera que la habían abandonado, como le llevaba ocurriendo a ella toda la vida.
Abandonada a la puerta del hospicio, abandonada en el altar con un hijo en sus entrañas, abandonada después por el hombre que accedió a casarse con ella y hacerse cargo del hijo de otro, abandonada por sus dos hijos, que sólo recurrían a ella cuando estaban en apuros y necesitaban dinero, abandonada por la fortuna......la vida de Chelo se resumía en un cúmulo de abandonos y penalidades. En esta familia había encontrado cariño y respeto, dos cualidades desconocidas hasta entonces para ella.
Accedió al patio del colegio en cuanto abrieron la puerta y se acercó a la fila de Diana a la espera de que Nati, su profesora, se la entregara. Diana salió de la fila cuando Nati se lo permitió con un gesto y ya se alejaba de la mano de Chelo, cuando la profesora le llamo y le dijo: - Acuérdate de entregar la nota que te he dado para tus padres – momento en que intervino Chelo : - Señorita, y ¿esa nota? ¿pa´que es?- Para concertar una entrevista con sus padres- dijo Nati mirando a Diana y justificando con esa mirada la parquedad de su respuesta.
Chelo no se dio por enterada y siguió insistiendo – pero ¿le pasa algo a la chica? – Nati se dio cuenta de que no iba a tener más remedio que decirle algo, y le respondió – Diana es una niña especial y no siempre es entendida por sus compañeros, por eso quiero hablar con sus padres, no le puedo adelantar más -.
Ya en la calle, Chelo lanzaba miradas inquisitivas a Diana, hasta que finalmente se arrancó a preguntarle: -¿ca´ has hecho esta vez?- -Nada- respondió la niña abriendo unos enormes ojos de sorpresa y encogiendo los hombros – No he hecho nada-
Caminaban por la acera, cuando a la vuelta de la esquina se toparon con él.
-Pasa, vieja, cuanto tiempo ¿no?- Jonathan, el hijo mayor de Chelo, acababa de aparecer tras meses sin dar señales de vida.
Chelo apretó la mano de Diana y la atrajo hacia ella -¿Pa´que has vuelto? No tengo na´, asin que ya te estás marchando – le contestó a su hijo, haciéndole a un lado y acelerando el paso.
- Bueno, tampoco hay que ponerse así- respondió Jonathan con voz nasal y mirada inestable, mientras su madre se alejaba. Su cerebro maltratado por las drogas funcionaba con efectos retardados, y tardó una eternidad en desperezar su lengua y acertar a gritar: - Espera vieja que voy contigo -
Chelo se dio la vuelta con furia y a unos metros de distancia señalándole con el dedo le increpó:
- Como vengas te ehtampo, asin que ya te estás yendo por donde has venio -
Como si el dedo de su madre le hubiera paralizado, Jonathan permaneció inmóvil en la acera, mientras su madre y Diana seguían alejándose a paso ligero.
Diana iba hablando con su amigo invisible y Chelo miraba constantemente hacía atrás para cerciorarse de que Jonathan no las seguía. Cuando por fin tomaron otra calle y le perdieron de vista, Chelo aflojó el paso y sus ojos descargaron la tensión llenándose de lágrimas. No sabía qué decirle a Diana y cuando por fin abrió la boca para darle una explicación, la niña se le adelantó diciendo: - No llores, Chelo, Oliver dice que es tu hijo y que acabará en la cárcel, pero yo no le creo, de verdad – y arrimó su cara a la mano de su niñera.
La barbilla de Chelo temblaba intentando contener el llanto, finalmente sorbió sonoramente la mucosidad de su nariz, se limpió los ojos con el dorso de las manos y dijo: - vámonos pa casa que te voy a preparar una solpresa pa´merendar –
(Continuará)
Abandonada a la puerta del hospicio, abandonada en el altar con un hijo en sus entrañas, abandonada después por el hombre que accedió a casarse con ella y hacerse cargo del hijo de otro, abandonada por sus dos hijos, que sólo recurrían a ella cuando estaban en apuros y necesitaban dinero, abandonada por la fortuna......la vida de Chelo se resumía en un cúmulo de abandonos y penalidades. En esta familia había encontrado cariño y respeto, dos cualidades desconocidas hasta entonces para ella.
Accedió al patio del colegio en cuanto abrieron la puerta y se acercó a la fila de Diana a la espera de que Nati, su profesora, se la entregara. Diana salió de la fila cuando Nati se lo permitió con un gesto y ya se alejaba de la mano de Chelo, cuando la profesora le llamo y le dijo: - Acuérdate de entregar la nota que te he dado para tus padres – momento en que intervino Chelo : - Señorita, y ¿esa nota? ¿pa´que es?- Para concertar una entrevista con sus padres- dijo Nati mirando a Diana y justificando con esa mirada la parquedad de su respuesta.
Chelo no se dio por enterada y siguió insistiendo – pero ¿le pasa algo a la chica? – Nati se dio cuenta de que no iba a tener más remedio que decirle algo, y le respondió – Diana es una niña especial y no siempre es entendida por sus compañeros, por eso quiero hablar con sus padres, no le puedo adelantar más -.
Ya en la calle, Chelo lanzaba miradas inquisitivas a Diana, hasta que finalmente se arrancó a preguntarle: -¿ca´ has hecho esta vez?- -Nada- respondió la niña abriendo unos enormes ojos de sorpresa y encogiendo los hombros – No he hecho nada-
Caminaban por la acera, cuando a la vuelta de la esquina se toparon con él.
-Pasa, vieja, cuanto tiempo ¿no?- Jonathan, el hijo mayor de Chelo, acababa de aparecer tras meses sin dar señales de vida.
Chelo apretó la mano de Diana y la atrajo hacia ella -¿Pa´que has vuelto? No tengo na´, asin que ya te estás marchando – le contestó a su hijo, haciéndole a un lado y acelerando el paso.
- Bueno, tampoco hay que ponerse así- respondió Jonathan con voz nasal y mirada inestable, mientras su madre se alejaba. Su cerebro maltratado por las drogas funcionaba con efectos retardados, y tardó una eternidad en desperezar su lengua y acertar a gritar: - Espera vieja que voy contigo -
Chelo se dio la vuelta con furia y a unos metros de distancia señalándole con el dedo le increpó:
- Como vengas te ehtampo, asin que ya te estás yendo por donde has venio -
Como si el dedo de su madre le hubiera paralizado, Jonathan permaneció inmóvil en la acera, mientras su madre y Diana seguían alejándose a paso ligero.
Diana iba hablando con su amigo invisible y Chelo miraba constantemente hacía atrás para cerciorarse de que Jonathan no las seguía. Cuando por fin tomaron otra calle y le perdieron de vista, Chelo aflojó el paso y sus ojos descargaron la tensión llenándose de lágrimas. No sabía qué decirle a Diana y cuando por fin abrió la boca para darle una explicación, la niña se le adelantó diciendo: - No llores, Chelo, Oliver dice que es tu hijo y que acabará en la cárcel, pero yo no le creo, de verdad – y arrimó su cara a la mano de su niñera.
La barbilla de Chelo temblaba intentando contener el llanto, finalmente sorbió sonoramente la mucosidad de su nariz, se limpió los ojos con el dorso de las manos y dijo: - vámonos pa casa que te voy a preparar una solpresa pa´merendar –
(Continuará)
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