Había preparado la misiva como si no tuviera destinatario, como si tan sólo estuviera convirtiendo en palabras sus sentimientos para que él mismo los reconociera, como si estuviera delante de un espejo, esperando ver la imagen de lo invisible, de lo intangible, de la nada.
No sabía como lo recibiría ella, tal vez esto podría ser el fin de algo que nunca empezó, pero quería correr el riesgo de dar cuerpo a lo etéreo, y si salía mal, siempre podía seguir amándola como hasta ahora, en silencio. Se preguntaba si realmente ella sería como él la había creado, si era realmente una diosa dispuesta a amar a un vulgar mortal.
No le quedaba más remedio que contestar a la pregunta que ella le había hecho, “¿quién eres?” en definitiva, había sido él quien había empezado el juego. Releyó por última vez la respuesta, antes de mandarla, contuvo la respiración por unos segundos y pulsó la tecla de enviar. “Alea jacta est” pensó mientras se disponía a salir de su correo electrónico.
Tenía que irse a trabajar, apagó el equipo de música, apagó las luces, pero el ordenador seguía encendido, inconscientemente esperaba una respuesta inmediata de ella. Miró el reloj y antes de apagar el ordenador, entró nuevamente en su correo electrónico en busca de la tan ansiada respuesta. Se encontró en su lugar un mensaje que decía “no se pudo entregar, dirección inexistente”. Volvió a mirar nerviosamente el reloj, diciendo entre dientes - ya tenía que haber salido- , comprobó que la dirección era la correcta y volvió a enviarlo. Permaneció unos instantes de pie, esperando que el sistema no le devolviera nuevamente el correo, pero volvió a ocurrir, el fatídico mensaje de dirección inexistente salió de nuevo en la pantalla. No podía esperar más, tenia que irse, apagó el ordenador y salió de casa.
Se sentía contrariado, tenía que hacerle llegar su respuesta de forma rápida porque sino todos sus planes fracasarían y Ángeles no podría llegar a tiempo a la cita que él había preparado.
Continuará..........................................
No sabía como lo recibiría ella, tal vez esto podría ser el fin de algo que nunca empezó, pero quería correr el riesgo de dar cuerpo a lo etéreo, y si salía mal, siempre podía seguir amándola como hasta ahora, en silencio. Se preguntaba si realmente ella sería como él la había creado, si era realmente una diosa dispuesta a amar a un vulgar mortal.
No le quedaba más remedio que contestar a la pregunta que ella le había hecho, “¿quién eres?” en definitiva, había sido él quien había empezado el juego. Releyó por última vez la respuesta, antes de mandarla, contuvo la respiración por unos segundos y pulsó la tecla de enviar. “Alea jacta est” pensó mientras se disponía a salir de su correo electrónico.
Tenía que irse a trabajar, apagó el equipo de música, apagó las luces, pero el ordenador seguía encendido, inconscientemente esperaba una respuesta inmediata de ella. Miró el reloj y antes de apagar el ordenador, entró nuevamente en su correo electrónico en busca de la tan ansiada respuesta. Se encontró en su lugar un mensaje que decía “no se pudo entregar, dirección inexistente”. Volvió a mirar nerviosamente el reloj, diciendo entre dientes - ya tenía que haber salido- , comprobó que la dirección era la correcta y volvió a enviarlo. Permaneció unos instantes de pie, esperando que el sistema no le devolviera nuevamente el correo, pero volvió a ocurrir, el fatídico mensaje de dirección inexistente salió de nuevo en la pantalla. No podía esperar más, tenia que irse, apagó el ordenador y salió de casa.
Se sentía contrariado, tenía que hacerle llegar su respuesta de forma rápida porque sino todos sus planes fracasarían y Ángeles no podría llegar a tiempo a la cita que él había preparado.
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