Dibujo Federico Romero.- Flick
Se dejó caer en su cama recreándose en las sensaciones que experimentaba. A pesar de que todo se derrumbaba a su alrededor, sentía una serenidad que no recordaba haber tenido nunca antes. No entendía nada, no lograba comprender qué estaba pasando en su interior, sólo sabía que le gustaba sentirse así, fuerte, poderosa y dueña de su propio destino. El plantarle cara a su madre, había sido una experiencia nueva y liberalizadora que la había conducido a un estado de cierta euforia. Todo estaba cambiando, incluso el que hubiera aparecido un pretendiente misterioso, empezaba a convertirse en un aliciente en su anodina existencia.
Tenía muchos asuntos que resolver y debía establecer prioridades. Aunque la curiosidad por desenmascarar al poeta urbano iba ganando posiciones, estimó que era más urgente buscarse un abogado que la defendiera en su despido. Tal vez su amiga Marta le podía recomendar a un buen Letrado.
Marta y Ángeles habían estudiado juntas en el Colegio de las Esclavas del Corazón de María, y desde entonces les unía una amistad de esas que no sólo se mantienen a través del tiempo sino que crecen a medida que avanzan los años. Marta trabajaba en un despacho de abogados de alto postín de la calle Velázquez, donde entró como pasante hacía quince años, y donde todavía seguía realizando tareas más propias de un administrativo que de un abogado. Las dos eran almas solitarias y se lamían mutuamente las heridas.
Ángeles cogió el teléfono de su habitación con la intención de llamar a Marta, pero al instante cayó en la cuenta de que su madre no tardaría en descolgar el auricular del salón para escuchar la conversación y optó por mandarle un correo electrónico.
Ensimismada en sus cavilaciones sobre el poeta urbano, intentaba acceder a su correo electrónico sin éxito. Al tercer intento, dejo al poeta a un lado y centró toda su atención en el ordenador. Tras varias comprobaciones confirmó sus sospechas: Su cuenta de correo electrónico había sido suprimida.
¿Cómo podría ponerse ahora en contacto con ella su admirador secreto?
Tenía muchos asuntos que resolver y debía establecer prioridades. Aunque la curiosidad por desenmascarar al poeta urbano iba ganando posiciones, estimó que era más urgente buscarse un abogado que la defendiera en su despido. Tal vez su amiga Marta le podía recomendar a un buen Letrado.
Marta y Ángeles habían estudiado juntas en el Colegio de las Esclavas del Corazón de María, y desde entonces les unía una amistad de esas que no sólo se mantienen a través del tiempo sino que crecen a medida que avanzan los años. Marta trabajaba en un despacho de abogados de alto postín de la calle Velázquez, donde entró como pasante hacía quince años, y donde todavía seguía realizando tareas más propias de un administrativo que de un abogado. Las dos eran almas solitarias y se lamían mutuamente las heridas.
Ángeles cogió el teléfono de su habitación con la intención de llamar a Marta, pero al instante cayó en la cuenta de que su madre no tardaría en descolgar el auricular del salón para escuchar la conversación y optó por mandarle un correo electrónico.
Ensimismada en sus cavilaciones sobre el poeta urbano, intentaba acceder a su correo electrónico sin éxito. Al tercer intento, dejo al poeta a un lado y centró toda su atención en el ordenador. Tras varias comprobaciones confirmó sus sospechas: Su cuenta de correo electrónico había sido suprimida.
¿Cómo podría ponerse ahora en contacto con ella su admirador secreto?
0 comentarios:
Publicar un comentario