Hace algún tiempo mi hijo me preguntó: "Mamá ¿qué es lo más importante del mundo, sin lo cual no podrías vivir? "
No tuve que pensar en absoluto la respuesta, que surgió de forma espontánea: “Lo más importante es el amor, es el motor que mueve el mundo”.
La cara que puso, arrugando la nariz y levantando la ceja, hablaba por sí sola. “¿el amor? el oxigeno, mamá, el oxigeno, sin él no podríamos respirar”
“y ¿de que te sirve respirar si no tienes amor?” le contesté yo. Se quedó pensando un rato, para finalmente, encogerse de hombros e irse a jugar.
A veces tengo la sensación de que mis hijos piensan que su madre tiene unas ideas un tanto extrañas, tan sólo confío en que, cuando sean adultos, se den cuenta que mis creencias no eran tan descabelladas.
Hablo del amor como fuerza vital, no sólo del amor entre hombre y mujer o entre madre e hijo, hablo de la energía más poderosa que puede generar un corazón, una energía curativa, que trasciende y transforma todo lo que toca.
¿Habéis hecho la prueba de tratar a alguien, sin juzgarle, sin intentar encorsetarle en vuestras premisas y principios?
¿Habéis intentado relacionaros con esa persona que os hace constantemente la puñeta, como si fuera vuestro mejor amigo?
Probadlo, los resultados son espectaculares, el amor resulta ser el remedio infalible para curar cualquier alma envenenada.
No quiero caer en la cursilería ni mucho menos en el proselitismo, no me debo a ningún credo o religión, tan sólo hablo de lo que soy capaz de sentir y experimentar, y a mí, como al resto de los mortales se me olvida con frecuencia recurrir a esta energía cuando alguien me está metiendo el dedo en el ojo, pero percibo su presencia y su fuerza cuando está cerca.
Ayer, mientras estaba pagando en unos grandes almacenes, observé a una pareja que estaba a mi lado, tal vez fueran matrimonio y rondaban los setenta. La mujer parecía haber sido victima de un ictus cerebral porque tenía dificultades en el habla y en el movimiento, el marido esperaba para pagar y la dependienta se dirigió a ella interesándose por como le quedaba la prenda que se acababa de probar, ella le contestó hablando muy lentamente y de forma ininteligible en alguna ocasión. Su marido la observaba en silencio. Me sobrecogió la mirada que le dedicó, ¡había tanto amor en ella!. Después le abrochó un botón de la blusa que llevaba abierto y le acarició la mejilla con el dorso de su mano.
Las lágrimas brotaron de mis ojos sin poderlo evitar, todavía hoy me emociono cuando recreo la escena, y es que el amor posee la fuerza de dejar una estela imborrable en nuestros corazones.
No tuve que pensar en absoluto la respuesta, que surgió de forma espontánea: “Lo más importante es el amor, es el motor que mueve el mundo”.
La cara que puso, arrugando la nariz y levantando la ceja, hablaba por sí sola. “¿el amor? el oxigeno, mamá, el oxigeno, sin él no podríamos respirar”
“y ¿de que te sirve respirar si no tienes amor?” le contesté yo. Se quedó pensando un rato, para finalmente, encogerse de hombros e irse a jugar.
A veces tengo la sensación de que mis hijos piensan que su madre tiene unas ideas un tanto extrañas, tan sólo confío en que, cuando sean adultos, se den cuenta que mis creencias no eran tan descabelladas.
Hablo del amor como fuerza vital, no sólo del amor entre hombre y mujer o entre madre e hijo, hablo de la energía más poderosa que puede generar un corazón, una energía curativa, que trasciende y transforma todo lo que toca.
¿Habéis hecho la prueba de tratar a alguien, sin juzgarle, sin intentar encorsetarle en vuestras premisas y principios?
¿Habéis intentado relacionaros con esa persona que os hace constantemente la puñeta, como si fuera vuestro mejor amigo?
Probadlo, los resultados son espectaculares, el amor resulta ser el remedio infalible para curar cualquier alma envenenada.
No quiero caer en la cursilería ni mucho menos en el proselitismo, no me debo a ningún credo o religión, tan sólo hablo de lo que soy capaz de sentir y experimentar, y a mí, como al resto de los mortales se me olvida con frecuencia recurrir a esta energía cuando alguien me está metiendo el dedo en el ojo, pero percibo su presencia y su fuerza cuando está cerca.
Ayer, mientras estaba pagando en unos grandes almacenes, observé a una pareja que estaba a mi lado, tal vez fueran matrimonio y rondaban los setenta. La mujer parecía haber sido victima de un ictus cerebral porque tenía dificultades en el habla y en el movimiento, el marido esperaba para pagar y la dependienta se dirigió a ella interesándose por como le quedaba la prenda que se acababa de probar, ella le contestó hablando muy lentamente y de forma ininteligible en alguna ocasión. Su marido la observaba en silencio. Me sobrecogió la mirada que le dedicó, ¡había tanto amor en ella!. Después le abrochó un botón de la blusa que llevaba abierto y le acarició la mejilla con el dorso de su mano.
Las lágrimas brotaron de mis ojos sin poderlo evitar, todavía hoy me emociono cuando recreo la escena, y es que el amor posee la fuerza de dejar una estela imborrable en nuestros corazones.
2 comentarios:
No eres la única a la que se le han llenado los ojos de lágrimas,. ¡Empezamos bien la semanica! Besicos
Aunque figures como anónimo, te delatan tus dejes.
Gracias por tu comentario
Besicos también para tí.
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