Dicen que es la noche más mágica del año, yo digo que no, desde que tenemos mucho más de lo que necesitamos, la magia se mudo de sitio y ya no está con nosotros. Ahora te las ves y te las deseas para comprar un regalo que sea una verdadera sorpresa, que le guste al destinatario y que realmente le sea util o le haga ilusión tenerlo.
Recuerdo cuando mi hijo tenía 2 años, el día de Reyes cuando vio los regalos al lado de su zapato, se abrazó con fuerza a los paquetes envueltos y por más que le insistimos en que los abriera, indicándole que el regalo estaba dentro, el siguió aferrándose con fuerza al envoltorio, porque su regalo era ese bulto de colores intensos adornado con lazos. Su ilusión se hubiera mantenido intacta si le hubiéramos dejado cajas vacías envueltas en bonitas hojas de papel de regalo y nuestro bolsillo también.
El bolsillo que debe seguir intacto es el del Sr. Gallardón a la vista de la cabalgata que he podido presenciar esta tarde en mi barrio, pocas carrozas, muchas menos que en años anteriores, sin música, con pocos caramelos y con mucha prisa, al Rey Melchor no pudimos verle la cara, pasó como una exhalación con una velocidad más propia de un coche de rally que de una carroza de reyes.
Eso sí, la cabalgata tenía un claro aire multicultural y multirracial, encabezada por dragones chinos y un montón de chavales vestidos de mandarin y como furgón de cola una lluvia de hispanos disfrazados de negro y oro, bailando no se sabía muy bien qué, seguidos de una veintena de compatriotas femeninas luciendo piernas que fueron, como no, las más aplaudidas.
Cuando la cabalgata llegó a su fin, con tanta diversidad étnica y tan poco villancico, ya no me acordaba si había ido a presenciar una cabalgata de Reyes o un desfile de grupos seudo-folklóricos de América Latina.
Menos mal que la tarde la salvó un chocolate de la Trapa y un roscón del horno de San Onofre que me devolvieron el sabor de la Noche de Reyes.
Recuerdo cuando mi hijo tenía 2 años, el día de Reyes cuando vio los regalos al lado de su zapato, se abrazó con fuerza a los paquetes envueltos y por más que le insistimos en que los abriera, indicándole que el regalo estaba dentro, el siguió aferrándose con fuerza al envoltorio, porque su regalo era ese bulto de colores intensos adornado con lazos. Su ilusión se hubiera mantenido intacta si le hubiéramos dejado cajas vacías envueltas en bonitas hojas de papel de regalo y nuestro bolsillo también.
El bolsillo que debe seguir intacto es el del Sr. Gallardón a la vista de la cabalgata que he podido presenciar esta tarde en mi barrio, pocas carrozas, muchas menos que en años anteriores, sin música, con pocos caramelos y con mucha prisa, al Rey Melchor no pudimos verle la cara, pasó como una exhalación con una velocidad más propia de un coche de rally que de una carroza de reyes.
Eso sí, la cabalgata tenía un claro aire multicultural y multirracial, encabezada por dragones chinos y un montón de chavales vestidos de mandarin y como furgón de cola una lluvia de hispanos disfrazados de negro y oro, bailando no se sabía muy bien qué, seguidos de una veintena de compatriotas femeninas luciendo piernas que fueron, como no, las más aplaudidas.
Cuando la cabalgata llegó a su fin, con tanta diversidad étnica y tan poco villancico, ya no me acordaba si había ido a presenciar una cabalgata de Reyes o un desfile de grupos seudo-folklóricos de América Latina.
Menos mal que la tarde la salvó un chocolate de la Trapa y un roscón del horno de San Onofre que me devolvieron el sabor de la Noche de Reyes.
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