El día ha amanecido nublado, como mi ánimo. Circulo rumbo al quehacer diario, totalmente absorta en mis pensamientos. Saludo a Jaime, haciendo un ligero gesto con la mano, como todas las mañanas, y espero a que la puerta del garaje se abra y me transporte, otro día más, a la vorágine de las llamadas, las reuniones, los juicios, los fuegos que apagar, los problemas que resolver……..
La simple visión de mi mesa, me invita a cerrar la puerta por fuera, pero en un alarde no se si de valentía o de insensatez, entro en mi despacho y me dispongo a empezar la jornada con más sentido de la obligación que de la devoción.
¡¡¡¡Por donde empezar!!!!!, una voz inaudible para los demás, pero clara para mi, me dice “quemalo todo, que el fuego purifica y vete a pasear” (mira por donde, he descubierto el origen de la expresión “mandar a alguien a paseo”). Como no puedo hacer una pira con las resoluciones judiciales que pasaron la noche encima de mi mesa, (porque qué le digo yo, después a los clientes), decido barajarlas y al azar elijo la primera a diseccionar.
Si mi ánimo estaba ya nublado, ahora se torna negro y tormentoso, cuando compruebo que la resolución que ha resultado seleccionada es una sentencia, plagadita de errores, pero no unos errores cualquiera, sino lo que en nuestro argot se denominan “errores groseros y manifiestos” , resumiendo: que el Señor Juez ni se lo ha mirado, pero con todo y con ello, se cree capaz de imponer su “recto” criterio en un asunto donde no ha conseguido ni siquiera identificar quienes eran los indios y quienes los americanos.
No hablo de perder o ganar un caso, eso entra dentro de la dinámica del juego procesal y de los riesgos del directo, hablo de coherencia y de congruencia, de que si interpongo una demanda para divorciarme no salga una sentencia en la que me condenen por estafa.
Hablo de que si resulta probado que un trabajador ha metido la mano en la caja, no me venga el juez con falsos paternalismos, reconociendo que es verdad lo que digo, pero que, como es un hombre mayor, pues lo calificamos de pecadito venial, y aquí no ha pasado nada y todos tan amigos e incluso, nombramos al ladronzuelo responsable de las finanzas de la empresa.
Presencio y sufro en mis carnes diariamente más disparates en la justicia de los que nunca antes había vivido. Las largas horas de trabajo que los abogados dedicamos a preparar nuestros alegatos de defensa y nuestros recursos, son ignoradas por algunos de sus Ilustres Señorías, que no dedican ni un mínimo de su tiempo a instruirse sobre el litigio y sobre las pretensiones de las partes y a pesar de ello, se sienten erigidos de una potestad “cuasi” divina, para discernir quien de los litigantes tiene razón, aunque realmente no sepan si lo que se están disputando es un cordero, o una vivienda en Calatayud.
Sócrates decía que las cuatro cualidades que debe reunir un juez son: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.
¡¡¡¡¡Si levantara la cabeza ahora, no se lo que pensaría!!!!!
La simple visión de mi mesa, me invita a cerrar la puerta por fuera, pero en un alarde no se si de valentía o de insensatez, entro en mi despacho y me dispongo a empezar la jornada con más sentido de la obligación que de la devoción.
¡¡¡¡Por donde empezar!!!!!, una voz inaudible para los demás, pero clara para mi, me dice “quemalo todo, que el fuego purifica y vete a pasear” (mira por donde, he descubierto el origen de la expresión “mandar a alguien a paseo”). Como no puedo hacer una pira con las resoluciones judiciales que pasaron la noche encima de mi mesa, (porque qué le digo yo, después a los clientes), decido barajarlas y al azar elijo la primera a diseccionar.
Si mi ánimo estaba ya nublado, ahora se torna negro y tormentoso, cuando compruebo que la resolución que ha resultado seleccionada es una sentencia, plagadita de errores, pero no unos errores cualquiera, sino lo que en nuestro argot se denominan “errores groseros y manifiestos” , resumiendo: que el Señor Juez ni se lo ha mirado, pero con todo y con ello, se cree capaz de imponer su “recto” criterio en un asunto donde no ha conseguido ni siquiera identificar quienes eran los indios y quienes los americanos.
No hablo de perder o ganar un caso, eso entra dentro de la dinámica del juego procesal y de los riesgos del directo, hablo de coherencia y de congruencia, de que si interpongo una demanda para divorciarme no salga una sentencia en la que me condenen por estafa.
Hablo de que si resulta probado que un trabajador ha metido la mano en la caja, no me venga el juez con falsos paternalismos, reconociendo que es verdad lo que digo, pero que, como es un hombre mayor, pues lo calificamos de pecadito venial, y aquí no ha pasado nada y todos tan amigos e incluso, nombramos al ladronzuelo responsable de las finanzas de la empresa.
Presencio y sufro en mis carnes diariamente más disparates en la justicia de los que nunca antes había vivido. Las largas horas de trabajo que los abogados dedicamos a preparar nuestros alegatos de defensa y nuestros recursos, son ignoradas por algunos de sus Ilustres Señorías, que no dedican ni un mínimo de su tiempo a instruirse sobre el litigio y sobre las pretensiones de las partes y a pesar de ello, se sienten erigidos de una potestad “cuasi” divina, para discernir quien de los litigantes tiene razón, aunque realmente no sepan si lo que se están disputando es un cordero, o una vivienda en Calatayud.
Sócrates decía que las cuatro cualidades que debe reunir un juez son: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.
¡¡¡¡¡Si levantara la cabeza ahora, no se lo que pensaría!!!!!
1 comentarios:
Que bueno Espe! me ha encantado. Ya sabes que me apunto a tu lista de fans.
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