Al anochecer, la
encargada llega al mostrador y con un simple gesto indica a las
dependientas que deben recoger y marcharse antes del toque de queda.
Cierra la puerta tras ellas, y recorre con parsimonia el almacén de
la improvisada tienda, ojeando los nuevos sombreros recibidos, que
empiezan a no caber ya en las estanterías, las blusas, las faldas y
por último los vestidos. Se detiene ante uno con estampado de flores
y cuello de encaje, No hay duda, es el de su vecina de arriba, lo
llevaba puesto la última vez que la vio. Lo superpone a su silueta
ante el espejo y piensa que con descoser la estrella amarilla de la
manga y subirle un poco el bajo, le quedará perfecto. Aporrean la
puerta, un nuevo cargamento de ropa procedente de Auschwitz acaba de
llegar.
(Con este relato me hice con el 2º premio del V Concurso de Microrrelatos de la Asociación Cultural Olombrada)
2 comentarios:
impactante, me alegro mucho de ese premio. Te lo mereces
Temendo...
¡Nunca me volveré a comprar un vestido de flores!
María Dolores Rubio
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