Desde que el
abuelo desapareció un día mientras ponía la mesa, mamá nos
mandaba todas las tardes a casa de la abuela para entretenerla, y
allí hacíamos los deberes bajo la atenta mirada de esos señores a
caballo rodeados de perros de caza del cuadro del salón. A ninguno
nos gustaba esa pintura que ocupaba toda la pared y procurábamos no
mirarla mucho, excepto mi hermano pequeño que juraba haber visto al
abuelo entre los monteros y siempre pegaba sus gafitas de empollón
al lienzo para buscarlo de nuevo. Una tarde mientras los demás
estábamos en la cocina, mi hermano pequeño desapareció sin dejar
rastro. Apareció una semana después en medio del salón con las
gafas rotas y lleno de arañazos. Nunca supimos lo que pasó. Ayer
murió la abuela y mi hermano se esfumó de nuevo. Hoy durante el
entierro ha aparecido y ha dejado una carta sobre el féretro que
empieza diciendo “A mi querida esposa”.
Proyecto Babel III
Hace 10 meses
4 comentarios:
Fantástico, me ha encantado ese final!! Deberías pasarte más por tu blog y dejar joyitas como esta. Felicidades.
Besicos muchos.
Pues me ha encantado la originalidad de tu relato. No dejes de seguir publicando, muchos, muchos. Un abrazo.
Una huida hacia adelante la del abuelo, tal vez le faltó valor para despedirse, o no pudo, igual que Alicia, el cautivador embrujo del espejo. Aunque nunca perdió el cordón que le unía al otro lado, como demuestra la carta de despedida. Bonito!!! Besos Esperanza
Un cuadro que es una puerta a otra dimensión.
Pues mira, no conocía tu blog y acabo de leer un buen relato y de hacerme seguidor.
Un abrazo grande, Esperanza
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