Fiel a su cita de todos los viernes, tomó su abrigo negro, que a fuerza de compartir inviernos, se había convertido en su segunda piel y salió de casa, cuando la ciudad aún no había despertado.
Sabía de sobra donde encontrar el mejor género de Madrid y le gustaba llegar la primera para poder elegir a sus anchas. “A ver que veo hoy ¿Una lubina? La última no salió muy buena. ¿y si pruebo con un besugo? Al fin y al cabo hoy es Nochebuena, a ver si hay alguno que me encaje”.
Entró como siempre, por la puerta de atrás, hacía nada que se había marchado el camión del pescado; miró, palpó, escogió y antes de salir eufórica con su botín, dejó la tapa del cubo de basura tal como la había encontrado.
3 comentarios:
Me gusta el humor del personaje, pese a tenerlo todo perdido. El giro del final es muy bueno. A mí me pillaste.
Abrazos
Cuando voy a trabajar paso por la trasera de un supermercado y todas las mañanas veo un grupito de gente rebuscando y repartiendose los pescados del contenedor de basura. De ahí surgió la idea.
No sabes lo que te agradezco el comentario, viniendo de ti es todo un halago. Gracias por pasarte.
Un abrazo.
Por culpa de esta crisis, cada vez se ve más gente acudiendo a los basureros. A mí también me pillaste. Óle.
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