EL ABUELO




Siempre he querido escribir una historia de amor  de esas que se te pegan en la piel como un tatuaje, una historia como la del abuelo que hoy cumple 99 años. Dicen  por ahí que él tenía buena planta y ella embrujo en la mirada;  a él le atraparon  sus ojos negros, a ella  le derritieron sus versos;   él le prometió el paraíso y  ella se encargó de amueblarlo.  La abuela nunca lo aceptó  y  consiguió separarles.  Hoy al abuelo, ya viudo,  le espera algo más que una tarta con velas: llenar el vacío de cuarenta años sin ella.        

Con este relato participé en el Concurso en 99 palabras convocado por Miguel Angel Molina, al que felicito por su iniciativa y por su magnífica organización. Felicito también al ganador y a los finalistas, ha sido un placer leeros.   


SI, SI, OTRO PREMIO


AVISO

En la noche más negra te di la mano y te quedaste con ella, te la he pedido mil veces y sospecho que no  piensas devolvérmela. No es que me haga falta, puedo vivir sin tenerla pero cuando se usa mal se estropea,  se  seca   por falta de caricias y se le encojen   los dedos cuando  ya no se quiere tocar el cielo.  Echo de menos su tacto de seda  y el calor de su roce en primavera, es una pena que  dejaras apagar  su magia sin darle una oportunidad a su chistera. Déjala que vuelva a casa antes de que sea demasiado tarde, temo que se decida  a morir apretando sus dedos  alrededor de tu cuello y entonces ya no habrá remedio. 


(Esta quincena también ha habido suerte, me he hecho con el Primer Premio del Voto Popular, el Primer Premio del Voto del Jurado se lo ha llevado la imbatible Mar Horno. Que sí, que sí, que esto es una buena racha, nada más o como dice MJ que le he cogido el tranquillo al concurso, que también)  

LA COARTADA


Teresa Mtz

En un pueblo que se llamaba Visavis  ocurrió, no te lo vas a creer papá,  pero  allí las palomas daban de comer a los viejos en el parque, los perros  paseaban a sus dueños y mientras miraba como crecían  los niños entre la hierba  vino un centauro que disparaba sus flechas a un arco iris y me arrancó las notas de la mano.

 El  padre levantó una ceja y bajó la otra: –Matemáticas,  lengua, ingles y ¿cual más? –

- No se, se las comió delante de mí -  insistió el niño

 -¿Todas? – bramó el padre

– Se le cayó este aprobado en  Música  de la boca -. 

LA SOMBRA DE LOS ÁRBOLES




La decisión estaba tomada. Una de las dos desaparecería  de su vida,  tan  solo  le quedaba resolver cual de ellas pasaría  a ser historia: la ardiente Catalpa, que le emborrachaba de pasión y hacía de su existencia un continuo sobresalto o la dulce Acacia, que almibaraba sus días con el néctar de la serenidad. Dudaba entre vivir con  Catalpa en una interminable montaña rusa o con Acacia en una barca que acariciara el agua arrancando su murmullo. Las dos le conducían al paraíso pero solo una de ellas era capaz de hacerle morder la manzana. Preparó dos cartas: una de despedida y otra de compromiso, las introdujo en dos sobres sin mirar cual había caído en cada uno de ellos y las depositó en   el buzón de correos esperando que el azar decidiera por él, al fin y al cabo, era un hombre del páramo,  no sabía escuchar  la sombra de los árboles. 


(Clara Varela me invitó a ponerle palabras a su ilustración, pero ésta   habla por sí sola, yo me he limitado a escuchar lo que dice y traducirlo en relato)     

I PREMIO DEL JURADO MINIFICCIONES EN CADENA



EL FUGITIVO

Logra introducirse durante unos minutos en su casa,  busca en la oscuridad y alcanza jadeante el dormitorio,  los haces de la luna se abren paso entre los huecos de la persiana iluminando su silueta, ella duerme, él se acerca, la besa lentamente en los labios,  se aferra a ellos hasta que oye un pelotón  de botas atravesando la noche,  acaricia  su cuello y aspira su aroma, le susurra al oído un “te quiero” y se marcha presuroso esperando  alcanzar el bosque antes de que los soldados le alcancen a él. Los perros le ladran los talones mientras  las lechuzas corean el réquiem de  su huida en la noche más negra.   


(...y bueno pues, un premio más, que se va colando de contrabando... diría Serrat
 ...y bueno pues, un premio más que empuja a seguir...digo yo) 
    

HACERSE VIEJO


El abuelo nunca está contento, creo que no debe ser divertido hacerse viejo porque se queja mucho y sonríe poco, como me ocurre a mí cuando me aprietan los zapatos.  A lo mejor lo que le pasa es que ya no le quedan amigos para jugar al balón ni le mola tirar petardos porque ya no oye como estallan. Se enfada mucho si le llevan la contraria pero a él no le castigan, ni le obligan a comer si no quiere, como a mí. Nadie le rechista y yo creo que es porque sospechan  que tiene poderes,  ayer  cuando se levantó de la siesta hablaba mal  y hacía cosas raras con los labios y la lengua y entonces me di cuenta:  -¡Hala abuelo, que de cosas te va a traer el Ratoncito Pérez esta noche!- pero con tal de no tener que dar las gracias a nadie, se fue a su cuarto y al rato apareció con todos los dientes puestos otra vez en su sitio. Él se lo pierde. 

CRÓNICA DE UNA CRISIS




A mi calle le ha salido una esquina y enseguida la ha ocupado  un nuevo mendigo.

A mis manos le han crecido más  dedos para señalar a tanto descuidero,  esos que hurgan en el  cajón  de todos y lo usan como si  fueran único heredero.

A mi barrio se le mueren las tiendas,  le nacen los desahucios, le duelen los parados y le crecen los indignados.

A mi televisión se le suelta el intestino  y cada vez que la enciendo me cuenta un cuento chino.

A mi paciencia le ha dado un síncope,  la cosa pinta muy mal, está en estado terminal.   

Y mientras damos dos pasos para atrás  no dejamos huella al caminar.

Yo escribo, tú denuncias, él canta, ella protesta, nosotros nos quejamos, vosotros os manifestáis, ellos se asustan.

Tan solo si cada uno ocupa su lugar podremos avanzar. 

EL ARTE DE MENTIR COMO UN BELLACO



Le miré a los ojos buscando lo ocurrido, él me sostuvo la mirada, no le temblaba la voz, no le intimidaba mi toga, por eso  confié en que llegaríamos a buen puerto con el juicio, siempre pensé que  las mentiras obligan a bajar la cabeza y te hacen entornan la mirada hacia el suelo,  pero  me equivoqué,  tardé en darme cuenta e insistí una y otra vez con mis preguntas, hasta que Su Señoría me tiró de las orejas y me invitó a cambiar de estrategia, no me di por vencida e intenté pillarle en alguna contradicción, tarde o temprano, su mentira  quedaría al descubierto, pero lo que esperaba no llegó y tan solo recibí una nueva reprimenda judicial. Solo me faltó decir: “Señoría, está mintiendo  como un bellaco” pero hubiera sido lo mismo que reconocer: “Señoría, no se como dejar en evidencia al impostor”. En su lugar solo dije: “No hay más preguntas”.  Bajó del  estrado, se sentó en la primera fila, le miré nuevamente a los ojos, él  me devolvió mi mirada y sonrió de medio lado con aire triunfante,  el juez se dio cuenta, ahora solo espero que la justicia ponga a cada uno en su sitio.