Para vivir

Joan Manuel Serrat le pone música y letra, de forma magistral, como siempre, a la necesidad de dejar a nuestros hijos que vivan sus propias vidas.

LA GENERACION PERDIDA. (II)


Ahora viene la segunda parte: la incorporación al mercado de trabajo de estos vástagos que con tanto esmero hemos preservado en una urna de cristal.

Entre que ellos no le ponen ningún entusiasmo al desempeño del puesto y que nosotros nos erigimos en vigilantes de las condiciones laborales, para que no les engañen, para que no se aprovechen de ellos........ el resultado no puede ser más desalentador.

Ciertamente, yo he comprobado con mis propios ojos, como empresarios y hombres de negocio consolidados, salidos de la nada, hechos a sí mismos, se transforman como si del. Dr. Jekyll y Mr. Hyde se tratara, cuando son sus hijos los que empiezan a trabajar, y se tornan en fieros sindicalistas que no consienten que sus retoños trabajen a cambio de lo que ellos denominan, míseros salarios, salarios que por otra parte, son similares a los de los operarios de sus empresas, pero ¡no es lo mismo!

El colmo del proteccionismo me lo narraron hace unas semanas: una madre que acompaña a su hijo a la entrevista de trabajo, y cuando el candidato va a entrar en la sala para ser entrevistado, la madre pide entrar también, alegando “es que mi hijo se pone muy nervioso”. Desconozco la valía del candidato, pero aunque hubiera sido el mejor, el puesto nunca hubiera sido para él, porque adolecía de un defecto insalvable: su madre.

Bien es cierto que no se pueden pedir milagros, porque no tienen experiencia, como tampoco la teníamos nosotros cuando empezamos, pero el problema es que tampoco tienen ilusión, porque, en realidad el trabajo, no les es imprescindible, sobre todo, cuando no tienen a la vista proyectos de convivencia marital,............ porque siempre tienen dinero en el bolsillo para irse de copas con sus amigos,.............. porque viven en la casa familiar como en un hotel de cinco estrellas, comida hecha, ropa limpia, total libertad de movimientos,............ porque no les hemos permitido vivir la satisfacción y la euforia que acompaña a esa meta que tanto esfuerzo y energía nos ha costado alcanzar................porque no les hemos dejado caerse para que luego se levanten con la lección aprendida y con fuerzas renovadas............ porque no tienen necesidad de levantarse cada mañana y comerse el mundo, ya que es el mundo el que, hace tiempo, les devoró a ellos.

Dejemos que se caigan, se levanten, sufran, amen, lloren, rían, se ilusionen, se frustren, busquen su camino y vivan sus vidas, como a nosotros nos han permitido vivir las nuestras.

LA GENERACION PERDIDA. I

Pertenezco a una generación que nos hemos trabajado paso a paso nuestro porvenir, nada se nos ha regalado, el esfuerzo y la constancia eran valores en alza y el canal necesario para alcanzar nuestros sueños.

Añorábamos muchas cosas que no teníamos y disfrutábamos con su simple contemplación ya que, en el fondo, sabíamos que nunca serían nuestras.

Recuerdo aquellos zapatos de gitana, rojos con lunares blancos, que destacaban entre todos los demás, tras el escaparate de “Los Guerrilleros”. Tantas veces pasaba, tantas me paraba a contemplarlos e imaginarlos míos. ¡hubiera dado cualquier cosa por tenerlos!. Lo mismo ocurría con la casa de muñecas que vivía en el escaparate de aquella tienda de juguetes de la calle Elfo, parada obligatoria todos los domingos de vuelta a casa, tras haber ido a misa de doce. Una de las primeras frustraciones que recuerdo, fue la que experimenté el domingo en el que comprobé que mi juguete preferido ya no estaba.

Estas sensaciones son desconocidas para mis hijos, porque siempre han tenido aquello que han deseado, mucho antes de que el deseo se convierta en anhelo, y no han tenido, hasta ahora, que esforzarse para conseguir lo que quieren, porque aquí estamos sus padres, para proporcionarles todo aquello que nosotros no tuvimos.

Procuramos que nuestros retoños vivan entre algodones, para que no sufran, para que no les hagan daño, para que no les falte de nada………..para que sean ¿felices?, y con estos ingredientes aderezados de una buena dosis de permisividad y una pizca de falsa camaradería entre padres e hijos, conseguimos el prototipo de la generación actual: jóven inmaduro, inseguro y deprimido ante la primera adversidad que la vida le presenta.

Solo hay que observar la cola para hacer la matricula de cualquier Facultad y ver que, entre quienes la forman, predominan los padres y no los hijos que supuestamente van a ingresar en la Universidad ¿Dónde están ellos?.

Si cuando yo entré en Derecho, allá por el año 80, hubiese sido mi padre el que me matriculara y no yo, habría sufrido en mis carnes todo tipo de mofas y hubiera sido señalada con el dedo mayoritaria y públicamente, por los siglos de los siglos.

Y es que nos hemos empeñado en utilizar a nuestros hijos para saldar nuestras más profundas frustraciones. Le voy a comprar a Ana unos zapatos de gitana, si ella no sabe porqué, yo si. Continuará……………………………

ATRAPAR EL TIEMPO

Cuando era niña, el tiempo avanzaba muy lentamente. Los días eran eternos, mi vida se concentraba en esperar: esperar a que llegaran las vacaciones, esperar a ser mayor, esperar a ser dueña de mi vida.........

A la vez que cumplía años, el tiempo se desperezaba e iba cogiendo ritmo, y así cumplí los ansiados dieciocho, pensando que cuando llegará a ellos, todo sería distinto, pero nada cambió.

A los veinte y durante su década, todavía era capaz de ver el tiempo pasar, pero cuando cumplí los treinta, los años decidieron tomar carrerilla, y me puse en los cuarenta en un suspiro.

Con los cuarenta llegó la necesidad de reflexionar al ver como las horas y los días volaban ante mis ojos, llevándose la vida prendida en sus alas y descubrí que el tiempo es la medida de nuestra presencia.

Me di cuenta que lo único real es el momento presente, y no podemos dejarlo escapar, hay que sumergirse en él y hacer que el reloj se arrodille a sus pies.

Vivir atado al pasado es esperar inútilmente a que pase el tren en una estación abandonada, mientras que renunciar al ahora por reservarnos para el mañana, supone cambiar la oportunidad por un sueño que, tal vez nunca tome cuerpo.

Todos los años, en esta fecha, pongo mi atención en el paso del tiempo, y le doy gracias a la vida que, como cantaba Violeta Parra, me ha dado tanto y le pido amor, salud y paz interior para seguir disfrutándola.

Hoy cumplo 46 años.

EL DISPARATE DE LA JUSTICIA


El día ha amanecido nublado, como mi ánimo. Circulo rumbo al quehacer diario, totalmente absorta en mis pensamientos. Saludo a Jaime, haciendo un ligero gesto con la mano, como todas las mañanas, y espero a que la puerta del garaje se abra y me transporte, otro día más, a la vorágine de las llamadas, las reuniones, los juicios, los fuegos que apagar, los problemas que resolver……..

La simple visión de mi mesa, me invita a cerrar la puerta por fuera, pero en un alarde no se si de valentía o de insensatez, entro en mi despacho y me dispongo a empezar la jornada con más sentido de la obligación que de la devoción.

¡¡¡¡Por donde empezar!!!!!, una voz inaudible para los demás, pero clara para mi, me dice “quemalo todo, que el fuego purifica y vete a pasear” (mira por donde, he descubierto el origen de la expresión “mandar a alguien a paseo”). Como no puedo hacer una pira con las resoluciones judiciales que pasaron la noche encima de mi mesa, (porque qué le digo yo, después a los clientes), decido barajarlas y al azar elijo la primera a diseccionar.

Si mi ánimo estaba ya nublado, ahora se torna negro y tormentoso, cuando compruebo que la resolución que ha resultado seleccionada es una sentencia, plagadita de errores, pero no unos errores cualquiera, sino lo que en nuestro argot se denominan “errores groseros y manifiestos” , resumiendo: que el Señor Juez ni se lo ha mirado, pero con todo y con ello, se cree capaz de imponer su “recto” criterio en un asunto donde no ha conseguido ni siquiera identificar quienes eran los indios y quienes los americanos.

No hablo de perder o ganar un caso, eso entra dentro de la dinámica del juego procesal y de los riesgos del directo, hablo de coherencia y de congruencia, de que si interpongo una demanda para divorciarme no salga una sentencia en la que me condenen por estafa.

Hablo de que si resulta probado que un trabajador ha metido la mano en la caja, no me venga el juez con falsos paternalismos, reconociendo que es verdad lo que digo, pero que, como es un hombre mayor, pues lo calificamos de pecadito venial, y aquí no ha pasado nada y todos tan amigos e incluso, nombramos al ladronzuelo responsable de las finanzas de la empresa.

Presencio y sufro en mis carnes diariamente más disparates en la justicia de los que nunca antes había vivido. Las largas horas de trabajo que los abogados dedicamos a preparar nuestros alegatos de defensa y nuestros recursos, son ignoradas por algunos de sus Ilustres Señorías, que no dedican ni un mínimo de su tiempo a instruirse sobre el litigio y sobre las pretensiones de las partes y a pesar de ello, se sienten erigidos de una potestad “cuasi” divina, para discernir quien de los litigantes tiene razón, aunque realmente no sepan si lo que se están disputando es un cordero, o una vivienda en Calatayud.

Sócrates decía que las cuatro cualidades que debe reunir un juez son: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.

¡¡¡¡¡Si levantara la cabeza ahora, no se lo que pensaría!!!!!

EL COLOR DE LA ESPERANZA

El color negro siempre ha estado, de una manera o de otra, presente en nuestras vidas.

Negras eran las sotanas de los sacerdotes que nos hablaban del pecado y de la culpa.

Negras siguen siendo las togas de los jueces, investidos de la potestad de darte o quitarte la razón.
Negro “luto” era el color elegido como penitencia, por las hembras resignadas con su mala suerte, enfrentadas con la vida y acostumbradas a la muerte.
Negro era el adjetivo empleado para calificar un futuro sin expectativas.

Sin embargo, todo esta cambiando, hasta el color negro, que ahora está de moda. Tener varias prendas negras de fondo de armario, es casi de obligado cumplimiento. El negro es el color de la elegancia y desde el miércoles pasado se ha convertido en el color de la esperanza.

Barack Obama ha llegado a la Casa Blanca, será nombrado nuevo Presidente de los Estados Unidos de América y tendrá que asumir la difícil tarea de dirigir, no sólo, los destinos de los norteamericanos sino, de los habitantes de este planeta, porque cuando Norteamérica se resfría, el resto del mundo estornuda.

Tan sólo hace 50 años, que una mujer negra fue arrestada, por negarse a ceder su asiento en un autobús a un blanco y ahora, un ciudadano de raza negra, pasará a regir los destinos del mundo.

Aunque los distintos gobernantes nacionales e internacionales que hemos tenido la desgracia de padecer, han ido matando nuestra confianza, quiero creer que con él llegará el cambio.

Yo también tengo un sueño, con el permiso de Martin Luther King, y ese sueño es vivir en un mundo mejor, para lo cual se necesitan dirigentes con una sólida formación intelectual y humana y una acusada vocación de procurar el bien común.

Quiero creer que con Obama es posible. Mi confianza en la clase política quedaría definitivamente sepultada si al final resultara ser un vendedor de humo. Todo puede ocurrir.

ME DUELE EL MUNDO

Hoy sólo tengo lagrimas para derramar, lagrimas por Aisha Ibrahim Duhulow, lagrimas por la especie humana, que es capaz de cometer una atrocidad semejante.

Aisha Ibrahim Duhulow, de 13 años ha sido lapidada hasta morir en Somalia acusada de adulterio según la ley islámica. La realidad, según informa Amnistia Internacional, es que había sido violada por tres hombres y que al intentar denunciar la violación ante la milicia de Al Shabab, que controla Kismayu, fue acusada de adulterio y detenida. Ninguno de los hombres que participaron en la presunta violación ha sido acusado ni arrestado.

Hoy el aire se ha vuelto más denso y difícil de respirar, porque esta terrible noticia ha tenido un mínimo eco en la prensa, y no ha conseguido arrebatarle ninguna portada ni a la crisis económica ni a Barack Obama.

Hoy este planeta se ha vuelto un sitio más hostil para vivir, porque hemos permitido que Duhulow fuera impunemente asesinada y no hemos hecho nada para evitarlo.

Hoy la esperanza de avanzar hacia un mundo mejor ha dado un gran paso atrás, porque seguimos consintiendo que, en nombre de la ley y la tradición, se cometan crímenes atroces.

Hoy el corazón de la Tierra llora en silencio, porque un ser humano ha sido salvajemente asesinado por el simple hecho de haber nacido mujer.

Hoy sólo tengo lágrimas para derramar, lágrimas por Aisha Ibrahim Duhulow y por todas las mujeres que en el mundo sufren persecuciones, malos tratos, mutilaciones y son víctimas del odio de aquellos que, ahogan su miedo a ser destronados, utilizando la violencia.

ALGO PARA RECORDAR



Soy de las que piensan que recordar no es lo mismo que “te vas a acordar”, no señor, no tiene nada que ver, aunque haya mucha gente que apelando al recuerdo, pretenda la revancha.

Nunca me he creído que la “memoria histórica” sirva para reparar o enmendar situaciones que nunca debieron producirse, sino todo lo contrario, creo firmemente que, tal y como está planteada y tal y como la entendemos, queda limitada a un mero ajuste de cuentas.

¿Quién no ha vivido la muerte de un abuelo, o de un familiar cercano, que ocurrió injustamente durante la contienda? Esa muerte gratuita pende sobre la conciencia de, al menos, las dos generaciones siguientes, que nacen y crecen con la memoria del familiar desaparecido, con las historias cruentas de cómo le dieron muerte, elevándole, en muchas ocasiones a los altares, merecida o inmerecidamente y consiguiendo por tanto que la sed de justicia se torne en sed de venganza.

Deberíamos, por tanto, hablar de venganza histórica no de memoria histórica. Muchas veces confundimos el recuerdo con el rencor, y nos enredamos en la espiral del odio heredado y de la revancha, que no tiene ningún poder para borrar los efectos de una injusticia.

Recordar, sí, sin duda, para que no vuelva a ocurrir, pero lo qué pasó, pasó y por mucha memoria histórica que imploremos, nadie nos va a devolver al ser querido que se fue.

La tan manida dignidad de los muertos en la guerra, que ha de ser restituida, no existe, desengañémonos, la dignidad es cosa de los vivos y frecuentemente recurrimos a ella cuando necesitamos demostrar al mundo que éramos nosotros los que teníamos razón y los otros eran los malos, en definitiva, cuando necesitamos que triunfe nuestro ego.

Sólo cabe un remedio eficaz, y no es el olvido, no, sino el perdón, que deja a salvo el recuerdo, liberándonos del rencor y permitiendo que el se fue, extemporánea e injustamente descanse, por fin, en paz y nosotros también.