CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR

Landhauts

Hacía treinta años que lucía ese peinado ahuecado y esas blusas abrochadas hasta el cuello. El espejo podía reflejar de memoria su imagen, lo mismo que los cortinones del salón que de tanto cubrir mediodías daban sombra aunque no se la pidieran. Todo seguía igual que ayer e igual que mañana,  el tiempo vivía atrapado  entre las apolilladas alfombras que cubrían las miserias que un  día fueron honores.

  Seguía desayunando todas las mañanas con su madre (q.e.p.d.) y comentando con ella los chismes y trapos sucios de la alta y rancia sociedad, a veces le pedía consejo sobre cómo hacerse respetar por el opositor de notarías que la pretendía, era entonces cuando aparecía su padre susurrándole al oído que su pretendiente se casó con otra y hoy era un feliz padre de familia numerosa a punto de jubilarse. 

 Ella se encaraba con él:

– ¡Mientes!, tiene razón mamá, siempre has sido un Don Nadie, hasta para morirte tuviste mal gusto, ¡qué vergüenza! ¡En brazos de una ramera ¡ -

Todas las noches vuelve a la habitación de su madre para arroparla y desearle felices sueños,  luego cierra con llave la puerta para que no se le escape su recuerdo.