Mi abuela me enseñó a bordar, una mujer primorosa con la aguja –decía- consigue coserse la suerte a su camisa para siempre. Mi padre me convirtió en mi propia brújula para no perder nunca el norte. De mi madre aprendí a caer haciéndome el menor daño posible y a levantarme y seguir caminando como si no hubiera pasado nada. Mi hermano se encargó de hacerme invencible frente a mis enemigos a fuerza de lanzarme todo tipo de malévolas puñaladas que no dejaban huella aparente salvo en mi alma.
Con este bagaje partí un día camino de ninguna parte, con la maleta llena de sueños, resistí vendavales e incluso huracanes, todo con un único fin: encontrarme a mi misma, entre tanta locura.
Hoy todavía sigo buscándome sin saber a la vuelta de que recodo me encontraré y ni tan siquiera si realmente estaré.
(Este fue mi soplo en el Vendaval de Microrrelatos de 2012)
4 comentarios:
Me gusta esta reflexión que trae tu relato Esperanza, esa búsqueda de uno mismo, tan necesaria, tan vacua.
Abrazos
Pues se me despistó, no lo ví creo. Pero me parece que en esta incertidumbre estamos muchos.
Besitos
Me gusta ese compuesto de enseñanzas ajenas que se entremezclan. Hay muchos que nos quedamos o se quedan en eso, ser mezcla de los demás, nunca uno mismo. En fin, un poco tarde pero fue un buen vendaval.
(¿es necesario confirma que no soy robot?)
Buen soplo para el vendaval Esperanza, no lo había leído todavía. Un camino de vida en el que seguimos buscándonos para encontrarnos siempre.
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