No paraba de llorar, una estación tras otra, el llanto del bebé se había hecho crónico y los nervios de los viajeros de ese vagón de la línea 5 de Metro empezaban a resquebrajarse peligrosamente.
- Póngale boca abajo… tendrá gases, frótele la tripa…dele un poquito de agua, a ver…- le apuntábamos educadamente a su desesperada madre por no espetarle -señora, por dios, haga callar a su hijo, por lo que más quiera haga que se calle de una vez - .
Habían pasado diez estaciones de llanto cuando la madre me pasó al niño un momentito mientras sacaba el biberón. En cuanto se vio libre, salió corriendo al andén y desapareció escaleras arriba.
La estuve esperando días… semanas… pero no volvió. De esto hace dieciocho años y Tomasito entra el próximo curso en la Universidad.
Ayer, mientras cenábamos, llamaron a la puerta, era ella –¿bebé? Aquí no hay ningún bebé – y cerré sin más contemplaciones.
Esta se ha enterado que a Tomasito le acaban de diagnosticar “ojo seco”.
¡¡Va lista si piensa que ahora que se le han acabado las lágrimas se lo voy a devolver!!
9 comentarios:
¿Tardó mucho en secarsele el ojo?
Una buena historia, me hace reir.
Saludos desde el aire.
Aupa Esperanza!
Sabes una cosa? Yo tampoco tengo lágrimas de esas, ni para bien ni para mal.
Gran historia!
Un abrazo!!
ja ja!!!
Una historia con humor, y final feliz, siempre se agradece una mañana de domingo
ja ja!!!
Una historia con humor, y final feliz, siempre se agradece una mañana de domingo
Hay cada madre en el metro que es para echarle de comer aparte. El otro día vi a una que recogía el chupete del suelo y se lo volvía a dar al niño.
ROSA ¡ fíjate nada menos que 18 años! y es que... cuando salen llorones! Gracias por pasarte y comentar.
Saludos.
SUCEDE pues unas lagrimitas de vez en cuando tienen efectos muy curativos, pruébalo, ya lo verás.
Abrazos.
PATRICIA si, es cierto, humor y final feliz ayudan a mejorar el día.
Un abrazo.
HEREJE pues la historia del niño llorón es totalmente verídica en su primera parte, lo del abandono y los dieciocho años es producto de mi imaginación que no para de trabajar.
Saludos,
Es bueno llorar, aunque quizas... con un poco menos...
Un relato muy simpático que lejos de llorar me ha hecho sonreír. Un abrazo.
Efectivamente, ahora que ya ha dejado de llorar, que va a ir a la universidad, que el trabajo duro ya está hecho....llama a la puerta y ¿qué?, ¡qué morro!
Buen portazo, sí, señor.
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