No podía dormir, estaba demasiado cansada y demasiado excitada para conciliar el sueño, así que después de varios intentos se levantó, se metió bajo la ducha e intentó que el agua hiciera las veces del sueño sobre sus músculos y sobre su cabeza. Después abrió el armario y eligió un traje gris de raya diplomática que solía reservar para las reuniones donde se ventilaban y negociaban cuestiones importantes. Sentía la necesidad de investirse de autodominio y seguridad para volver al despacho y enfrentarse con todos los problemas que había dejado allí, como la anunciada marcha de Esteban, que no sabía si seguía en pie ahora que Arturo Hidalgo había muerto. Necesitaba despejar cuanto antes todas las incógnitas y superar el vértigo de hacerse cargo en solitario del negocio.
Todo fueron abrazos y felicitaciones cuando entró por la puerta, aunque percibió con clara nitidez el aroma de la incertidumbre que flotaba en el ambiente. Podía oir a Esteban a lo lejos hablando en su despacho. –Lleva toda la mañana encerrado hablando por teléfono – le apuntó por lo bajo Marga.
Sobre la mesa de su despacho Laura encontró un cerro de papeles que habían sido ya procesados a decir por las notas autoadhesivas que llevaban pegados, con indicaciones de cómo se había procedido en cada caso. Le llamó la atención un documento que estaba separado de todos, sin notas, sin filtrar, apenas sin tocar, venía de un despacho matrimonialista muy conocido y acompañaba un Convenio Regulador de lo que parecía un divorcio. Iba dirigido a ella, como tantas otras veces, pero esta vez, algo era distinto, no hacía alusión a ninguno de sus clientes, apenas empezó a leerlo, comprobó que era una demanda interpuesta por Luis Arana contra Laura Semprun.
(Continuará .......)
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