La
familia
Disfrutaba
reuniéndose con la familia. La tía Rosa, siempre tan cariñosa, le
pellizcaba el carrillo como si aún fuera un niño, mientras el primo
Federico balbuceaba su frase preferida: “Ya no hay nidos de
golondrinas en casa, los he quemado todos”. Nunca faltaba Claribel
que aún conservaba esos ojos de gata que le hicieron perder la
cabeza hace una década, casi le cuesta la excomunión familiar,
¡dónde se había visto querer casarse con una prima hermana!
Encontrarse con los hijos del tío Jesús suponía un repaso a los
veranos de su infancia: la caza de gamusinos, el asalto a los huertos
cercanos para hacer sopa de verdura con los cacharritos de las niñas
o los sustos que le daban a Luisito por la noche al pasar por el
cementerio. En los últimos años solo se juntaban en los entierros,
muchos por cierto, pero él quería más y más. Esa manía suya de
ver a la familia a todas horas iba a acabar con ella.
Con este texto he quedado finalista en el concurso que convoca La Microbiblioteca todos los meses, comparto podio con Gabriel Bevilaqua, Elisa de Armas y Marina de la Fuente, un plantel de lujo. El oro se lo llevó David Vivancos, otro grande del género
4 comentarios:
Buen plantel nos habeis dejado, buenas palabras. Felicidades!!!
Enhorabuena, Yolanda, llegar hasta ahí es difícil, y alo sabes, detrás quedamos un montón. Un relato distinto, con ese final que nos hace pensar si se los estaba cargando, o ya estaba en el cementerio. Felicidades pues ya estás en el libro.
Qué gran final, Esperanza. Me gusta mucho. Enhorabuena, hermosa.
Un abrazo grande.
PD. Mira qué te ha dicho el Sr. Ximens...
Muy bien merecida la mención, llegar hasta ahí no es fácil.
Estupendo relato y ese final genial!!
Saludos
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