Era la comidilla del
pueblo, no se hablaba de otra cosa en los corrillos de la plaza: lo había
conseguido. Algunos presumían de
conocerle y otros se pavoneaban de
haber estrechado su mano. Era el primero de la especie que no se arrastraba por la tierra, el primero que
dejaba de caminar hacia atrás.
Dicen que no paró hasta despegar su torso del
suelo, después vinieron los intentos de saltar cada vez más alto, hasta que una
noche de otoño tomó carrerilla, cogió impulso y se lanzó
a la busca de su
estrella bajo el atento guiño de la luna. Nunca más volvió. Casi todos pensaban que había
sido tragado por un agujero negro y que lo tenía merecido por iluso y soñador, solo
unos pocos sabían la verdad.
En las noches estrelladas aún se puede ver su sonrisa de nácar y sus paletas de cangrejo iluminadas como un
árbol de navidad sobre el firmamento.
2 comentarios:
Un micro fantástico en todas las acepciones del término, Esperanza. Con la inmesa virtud -además- de poder ser disfrutado tanto por un lector adulto como por un niño. (esto te lo confirma el niño que aún vive en mí)
Un abrazo,
He saltado con él, de verdad.
¿que sería de este mundo sin los lanzados y soñadores?.
Un micro de soñadora Navidad, no hay que cejar en el intento... tien tantas lecturas que mejor te digo ¡Lánzate y disfruta la luz nacarada de la Navidad y de la vida!
Besos de gofio.
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