Ahí estaba yo, buscando en el espejo al
abogado de éxito, al hombre felizmente casado y padre recién estrenado al que
la suerte le sonreía, pero solo encontré al ser hundido que no superó
el abandono de su mujer llevándose al bebé y dejándole con una depresión que le
alejó de la profesión, la misma que le echó en los brazos de los socios
capitalistas del despacho que iniciaron una persecución contra él por el lucro
cesante y no pararon hasta conseguir el embargo de todos sus bienes.
Me resultaba difícil reconocer que ese mendigo que
se reflejaba en un espejo roto de bordes afilados era yo. Pretendía usarlo en
mis muñecas para terminar con el indigente que era pero resurgió el
letrado que fui para impedir la catástrofe.
Busco trabajo, inmejorables referencias.
(Este fue mi intento fallido en el
Concurso del mes pasado de Abogados. Había que incluir en el texto cinco palabras:lucro,
embargo, persecución, espejo, bebé. Está visto que nadie es profeta en su
tierra
5 comentarios:
Esperanza, depende de nosotros identificar un reflejo u otro cuando nos miramos en los espejos. Los hay que siempre se ven oscuros, otros de colores, y los más racionales, ni se ven. Hay que saber amoldarse a lo qué uno dispone y ser feliz con ello, o tratar de cambiar ese sino.
En pocas líneas nos has mostrado dos historias con sus reflejos antagónicos. Nada sencillo, te felicito.
Un abrazo, Escritora.
No es fallido para este lector.
Un abrazo.
Pues a mí me gusta. Para mí eres profeta y poeta, ya lo sabes. Ahora, que nunca he sabido muy bien qué buscan en este concurso...
Un abrazo, Esperanza mía.
Bonito cuento con final feliz.
Un abrazo Esperanza.
Me alegro de que le quede aún algo de espíritu de lucha a tu letrado.
El concurso de abogados es un interesante ejercicio de malabarismo del que te sales muy bien Esperanza.
Abrazos.
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