La tienda de ultramarinos del tío Fidel era mucho más divertida
que los dibujos de la tele. Las tardes de invierno me acurrucaba bajo el
mostrador esperando oír el crujido amable de la puerta de entrada.
Cuando
llegaba Asun con su delantal blanco y ese moño que le tiraba tanto de las
comisuras de los labios que siempre
sonreía, al tío Fidel le temblaban las piernas. No daba pie con bola mientras
le llenaba la botella con aceite a granel y le cambiaba los cascos vacíos de
los yogures por otros llenos. Cuando se iba, entre suspiros, me daba un puñado
de caramelos.
Asun dejó de venir y la tienda empezó a oler a aceite rancio
y a leche agria. Debajo del mostrador solo quedaban telarañas y lamentos, así
que decidí cambiar la tristeza por las chapas y la familia por los amigos.
Eso
sí, echo de menos los caramelos.
(Esta fue mi contribución al programa de RADIO EN COLECTIVO dedicada a la Generación Blogger que presenta Nicolás Jarque.
Gracias Nicolás, por haberme invitado e incluido entre tanta figura del microrrelato)
10 comentarios:
Lo has contado tan bien que me ha parecido estar allí, en la tienda.
Muy bueno, Esperanza.
Estuvo genial el programa de radio de Nicolás, un verdadero lujo estar allí.
Besos.
MUy bien, apañera. Un relato evocador que me recuerda mi infancia. Me alegro mucho de que Nicolás te leyera este relato en la radio, te lo mereces.
Voy a ver si escucho el podcast.
Muchos besos
Ha sido genial compartir las ondas con tantos amigos :-). Este es de los textos que no conocía pero que identifiqué. Tienes un estilo muy cercano y personal que me encanta!!!!
saludillos
Es como las tiendas de comestibles de mi infancia, con el mismo aire.
Felicidades por la emisión y qué suerte tuvimos, ¿verdad?
Tu relato me llevó de la mano a la tienda del Señor Aurelio, a las bolsas de papel marrón donde ponía el azucar a granel y al olor de los arenques en aceite.
Un lujazo estar con tantos amigos en La Radio en Colectivo.
Besos desde el aire
Fantástico Esperanza. Un relato evocador. Leyéndolo me ha parecido volver a sentir en el bolsillo las monedas de 50 céntimos de peseta con las que hacía acopio de chucherías.
Muchas gracias.
Un abrazo.
Esperanza, gracias a ti por tu disposición y por esta entrada. Tú ya sabes que eres una de las grandes, tus letras hablan por ti.
Un abrazo fuerte, Escritora.
Un micro formidable, Esperanza. A mí me tocó el alma, dado que me crié en un bar y ultramarinos muy parecido al de la foto con que has acompañado la entrada.
Ha sido un placer que nuestras letras compartieran ese rato.
Un abrazo,
Precioso y visual. Me ha encantado. Enhorabuena por todos los que allí estuvisteis de alguna manera.
Besicos muchos.
Una vez más... hermoso y evocador en tarro chiquitín.
Enhorabuena por escribirlo y gracias por compartirlo.
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