No quiere irse a la cama, esta noche no, se ha sentado en la
puerta de casa para contemplar el cielo. Le tiemblan las comisuras de los
labios que no se sostienen por el peso de las penas. Sus ojos vidriosos están clavados en esas tres estrellas que brillan por encima de
las otras. Han vuelto.
La primera vez se
llevaron a Andresillo, el más pequeño, que se ahogó en el pozo. La segunda, no quiso
mirarlas para ver si así pasaban de largo sin cobrar ningún tributo, pero Adela
las vio, cogió la maleta y voló tras ellas. Aún, cada mañana, sale a otear el
horizonte para ver si algún día la ve regresar entre las brumas y la niebla.
Sabe a qué han venido esta
vez y está preparado. Se acurruca en su primer beso; en el olor de los prados
recién segados; en los pajares, cómplices de tanta pasión furtiva; en la lumbre
solitaria del hogar… Las mira un último instante y cierra los ojos. El cárabo entona
un réquiem, las luciérnagas apagan sus luces y el viejo bastón descansa a los pies de su memoria.
6 comentarios:
Tus letras me han llegado muy dentro.
Lo has narrado con una ternura y emoción que traspasa la pantalla.
Enhorabuena. Tus "Señales del cielo" me han encantado.
Un abrazo grande.
Muy emocionante, para mi una manera preciosa de despedirse para encontrarse.
Besos y abrazos.
Esperanza, unos últimos momentos de vida narrados con mucha intensidad y emoción, logrando su propósito: enternecer el corazón.
Un gran relato.
Un abrazo, Escritora.
JUGLAR gracias, tu comentario es el mejor premio que puede recibir un Escritor.
Un abrazo,
BEATRIZ, despedirse para encontrarse, ummm, que bonita forma de expresarlo.
Un besote,
NICOLAS gracias por tu comentario, además tu ya conocías el texto de ENTC ¿verdad?
Un abrazo,
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