No hace falta ser golosa para descubrir el dulce sabor de un plato de nubes, basta con tener el paladar afinado, como está el mío tras escuchar la nana de colores naranjas y azules que ayer el horizonte le cantaba a la tarde para que se durmiera.
Tanto respiré los colores de su canción que los absorbí por todos mis poros, yo me quedé con la luz y fuera se hizo de noche.
Nadie lo hubiera notado si esa lagrima indiscreta no hubiera gritado a los cuatro vientos lo que había hecho, pero pagó un alto precio por ello: se escurrió por mi mejilla, cayó al mar y fue convertida en una simple gota de agua salada. Es lo que tiene no saber guardar un secreto.
(Escrito en el avión que me devolvió a Madrid evocando el instante mágico del atardecer en Santorini)
20 comentarios:
Me ha gustado mucho. Felicidades. Aqui le llevas la contraria a lo de la imagen y las palabras. Las tuyas ganan con diferencia .
Me alegro por doble razón Esperanza, por el viaje y por enterarme de que una chivata-aunque sea sólo una lágrima- ha recibido su merecido.
La foto es casi tan bonita como el texto.
un beso
Muuuyyy bonito. Un regalo y una vuelta, la tuya.
Bienvenida.
Qué bonito lo cuentas Esperanza. Gracias por compartir ese momento.
Besos
Esperanza, precioso relato que trasporta a ese avión y a esa tierra griega dorada por el mar. No hay como saborear un viaje para recobrar la energía necesaria para afrontar la rutina. A mí me ocurrió este verano en Soto de Sajambre, ¿te suena?
Un abrazo, Escritora.
Maravilloso como siempre, una delicia para los sentidos y para el alma. Por si acaso, guardaré el secreto, pero no me importaría ser mar... Un beso
Maravilloso relato y preciosa foto, me gusta mucho.
Confio en leer mas relatos de este viaje y ver mas fotos. (ejem, ejem)
Besos
¡Cómo alimenta el alma!
Un micro que cautiva con su prosa impregnada de perfume lírico, Esperanza; en la que nos ametrallas con magníficas metáforas -tan visuales- que convierten tus palabras en una película que el lector puede ver.
Mientras leía no dejaba de preguntarme dónde podría encontrar ese atardecer. Gracias por contárnoslo.
Un abrazo,
Casi puedo ver los poros henchidos de luz. Encantador.
Definitivamente, esa puesta de sol merece un aterrizaje bueno y una reincorporación cuidadosa a lo cotidiano. Procurar retener los efluvios que desprende durante el mayor tiempo posible es una necesidad que a veces no se valora suficiente.
No sigo para no convertirme en lágrima.
Besos.
ANGEL sorprendida con tu crítica amable; sonrojada, no me tienes acostumbrada a tanta benevolencia; agradecida por asomarte a mi casa.
Un beso,
PALOMA HIDALGO es lo menos que le puede pasar a un chivato indiscreto.
Gracias por pasarte y comentar.
Un beso,
LUISA HURTADO me alegro que te haya gustado.
Gracias por pasarte y comentar.
Un abrazo,
ARTE PUN pues te aseguro que fue más bonito vivirlo que contarlo.
Gracias por leerlo.
Un beso,
NICOLAS JARQUE ja,ja,ja, fantástica comparación, agradezco que la hagas.
Un beso, Escritor.
MAR HORNO, gracias. Muy bonito también tu comentario, pero ¿tu no eres mar ya? ;-)
Un beso, reina.
BEATRIZ pues ya tienes más, la crónica entera del viaje la tienes arriba.
Gracias por estar ahí.
Un besote.
MD RUBIO me halaga que te alimente el alma porque intenté contar cómo su visión alimentó la mía.
Un abrazo,
PEDRO SANCHEZ NEGREIRA gracias por tu comentario. El lugar donde ocurrió fue la isla de Santorini en Grecia.
Un abrazo,
LARRY juegas con ventaja en relación a mis lectores porque tienes información privilegiada. También tienes toda la razón en el suave aterrizaje en vez del estrellazo pero, sinceramente, no sé cómo hacerlo. Lo dejo porque yo también me voy a convertir en lágrima.
Un besote,
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