Hay relatos que prometen, como éste y por ello me resisto a destruirlo, pero que por más vueltas que le doy, no consigo rematarlo. ¿Me ayudáis a encontrarle un título y un final?
Llevaba un buen rato conduciendo sin cruzarme con nadie, excepto una bandada de pájaros negros que, haciendo de palio, me acompañó en procesión hasta la entrada del pueblo. Iba recitando mis monsergas de vendedor de enciclopedias para ir calentando motores, mientras veía los jirones de los toldos moviéndose al son que el viento les tocaba.
Las tiendas estaban abiertas, las ventanas de las casas también y las calles, desiertas. Flotaba un espeso silencio solo alterado por las bisagras de las ventanas empujadas por el aire, o por el ruido lejano de una puerta que ha aprendido a cerrarse sola. No parecía un buen comienzo. Decidí entrar a preguntar en la frutería que tenía enfrente y solo me encontré con un ejercito de moscas que chupaban impunemente las frutas podridas que llenaban las estanterías. Salí de allí con tanto asco como certeza de que algo no iba bien.
Era el momento de marcharme: ya me las apañaría para explicarle a mi jefe que había ido a parar a un pueblo fantasma, y que los espectros no necesitan enciclopedias. Pero un ruido lejano me heló el corazón: el estribillo de una canción infantil retumbaba en el vacío, cada vez con más nitidez. No sé por qué extraña razón me dirigí hacia ella a pesar de que mis piernas pujaban por avanzar en dirección opuesta. Una fuerza invisible me empujaba hacia una casa cuya puerta se abría y cerraba con vida propia. Cuando me di cuenta ya estaba dentro, recorriendo su oscuro pasillo en dirección a la voz que salía de la habitación del fondo …
6 comentarios:
Título : El guía perdido
habitación del fondo.
En cuanto vi el pomo de la puerta supe por instinto a quien encontraría allí.
Aquella voz... la canción...las conocía...
Todo empezó a encajar.
En efecto.
Cuando la puerta no se interpuso entre nosotros el niño que había olvidado allí hacía tantos años me miró con la fijeza de mis ojos grises y me susurró:
—Déjalo y vuelve a escribir.
Allá voy, si mi ordenador me lo permite:
Título: El himno de la soledad.
Final:
...en dirección a la voz que salía de la habitación del fondo. Entré en ella y la voz cesó. De la oscuridad salió un niño que reconocí enseguida, desde sus cabellos rizados hasta la cicatriz de su barbilla. Le agarré de la mano y le conté su futuro: mi vida.
Esperanza, el texto es muy bueno: pájaros negros, fruta podrida, los toldos que gimen al viento. Me lo llevo, lo intento y vuelvo, como la canción que susurra esa voz infantil.
Un abrazo.
Esperanza, divertido ejercicio el que planteas. Además que no siempre se da poder colaborar de esta forma. Lanzo mi propuesta.
EL MUERTO IDIOTA
La voz cobró, entonces, forma humana: una anciana huesuda sentada en su poltrona. Quise retroceder, pero el poder que ejercía sobre mí, me lo impidió.
—Anda, dame uno de esos libros que vendes para poder descansar en paz.
—¿Cómo?, ¿Qué?, ¿Quién es usted?
—No te hagas el tonto, bien sabes quien soy. ¿O es que las pistas que he colocado sobre tus ojos no te han servido de nada?
—No lo sé.
—Pedro Páramo.
¡Jo Esperanza! Vaya como me he quedado. A ver si se me ocurre algo y vuelvo con ello. Aunque soy lenta...
Besitos
...del fondo.
Recostado sobre una cama deshecha rodeada de paredes desvencijadas, un niño de ojos tristes me sonreía enigmático y displicente mientras tarareaba monótono aquella canción que yo tan bien conocía. Sentí un escalofrío. No comprendía nada y, al mismo tiempo, temía comprender demasiadas cosas.
Una voz de mujer, familiar y autoritaria, retumbó desde el otro lado de la casa. Cerré los ojos y una lagrima escapó por mis mejillas cuando la escuché pronunciar mi nombre. Al levantar los párpados, aquel niño ennegrecido y flacucho había desaparecido.
Abandoné la casa y dejé atrás el pueblo desierto. Nunca regresaría ya.
Se podría titular: EL REGRESO.
¡Perdón por la osadía!
Jose.
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