Siempre que termino una demanda, la repaso para cerciorarme de que todo está en orden, de que no falta nada, los hechos, las comas, los acentos, los fundamentos de derecho, el suplico al Juzgado.
Me paro a mirar que no falte ni un detalle, ni sobre una inconveniencia y cuando termino el chequeo, siempre descubro que a esa demanda impecable, impoluta, perfecta y cabal le falta una pizca de ternura y una gran dosis de humanidad.
Después de 25 años de oficio, definitivamente sigue sin gustarme la palabra contenida, la escritura secuestrada por el protocolo, la palabra que sale con la mordaza en la boca, el lenguaje envarado, medido y controlado.
Tal vez si en vez de sacrificar la palabra al servicio de la norma, y con la legalidad en la mano, pudiera hacerle un guiño al Juez y contarle que, mi cliente es un buen tipo, o confesarle que el contrario tampoco es mal tio, lo que pasa es que son un par de testarudos y que se merecen un pescozón judicial, ambos dos…. la justicia sería más cercana y más humana.
Y ya… si pudiera convertir los litigios en poemas, o los conflictos en crónicas literarias, sería la bomba.
Mientras tanto, seguiré suplicando al Juzgado que teniendo por presentado este escrito se sirva admitirlo y en méritos a lo expuesto dicte sentencia conforme a los pedimentos de mi demanda, sin tener en cuenta si mi cliente es un hombre bueno o un perro sanguinario.
2 comentarios:
No lo puedes remediar eres una romántica, de la vida ¡¡nada menos!!
Yo también seguiré suplicando ¿a quién? para que algunas cosas cambien, que bien nos vendría a todos, mientras tanto solo nos queda cruzar los dedos y pedir que no nos veamos en más pleitos. (ejem,ejem)
Besos.
Tienes razón, soy una romantica, pero ¿que sería la vida si no le pusieramos corazón?
Bueno, eso de no verte en más pleitos no lo digas muy alto ¿sabes? yo me gano la vida con ello.
Besos.
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