La sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del
váter sin saber por qué, él le ha ocultado que son de piscifactoría. Le llena
la bañera echando un puñado de sal para que se sienta como en casa pero eso no
impide que el cloro esté terminando con
sus escamas. De tanto comer sardinas en lata para matar la nostalgia,
ahora padece asma por los conservantes. Su aspecto empeora por momentos y él se
pregunta qué fue de aquella bella sirena
que pescó. En la soledad de la noche se despide de ella y le desea feliz
retorno a casa entre las brumas fecales y el hedor de la cloaca.
(Un despojo de Relatos en Cadena de esta semana. Después de haber leído uno de los finalistas, me pregunto cuales son los criterios de selección y no digo que mi relato sea bueno, pero algunos que llegan a finalistas...¡madre mía!)
3 comentarios:
Así estamos todos, como tu sirena, intolerantes ante tanto despropósito.
Besos desde el aire
Todos varados y oliendo a mierda...
Un beso.
Felicidades por tu relato y por tu comentario.
Besotes,
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