Y
allí sigue, en silencio, acumulando polvo, junto al proyector de cine, el barco
pirata y la nave espacial, la innombrable y culpable pistola del abuelo. Desde
aquel día en que se le disparó mientras la limpiaba, no levantamos cabeza. La
bala fue a parar a la frente de la abuela y la transformó en una niña
caprichosa y malcriada. Mi madre enloqueció al ver que le habían arrebatado su
papel. Mi padre la ingresó en un manicomio y la cambió por su secretaria que, a
la segunda noche en casa, se coló en mi cama y aún no ha salido. Todos me miran
mal, hasta el jilguero, de haberlo sabido le regalo una dentadura postiza, no
un arma.
LECCIÓN DE MATEMÁTICAS
Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos.
─Si tengo cinco y quito dos ¿cuántos me quedan?─ preguntó
ella de nuevo.
Pablo no entendía por
qué se empeñaba su madre en decir que quedaban tres, si papá se había ido el
año pasado tras una rubia que dijo ser el amor de su vida; la abuela murió hace
unos meses y desde entonces, el abuelo perdió la cabeza y fue ingresado en una
residencia. Solo quedaban ellos, aunque mamá no quisiera darse cuenta, él no
podía engañarla.
─Dos, mamá, quedan dos. Papá no va a volver.
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